miércoles, 31 de diciembre de 2008

Lechuza de colores


Escucho a Devotchka y apareces. Con tus cejas exageradas en señal de sorpresa, indelebles y seguramente, obtenidas de algún relato de Esopo. Haciendo referencia a madrastra encrispada de fábula o, quizás, férrea enemiga de la Sirenita. Con tus cejas pobladas de cono limeño. Con tu sinuosidad y destello permanente de hada madrina. Con esos ojos de princesa mediterránea. Y existes, como recomendada de alguna criatura enviada de Borges. Apareces y te visualizo. Sentada aquí. Con tu mimetismo frenético. Con tu incapacidad para explicar cómo te sientes. Con tu corte de cabello emo flagrante. Detrás de ese cabello de medusa. De ese corte que me parece el desorden completo de un nido de mariposas adolescentes. Eres la hermana que me hubiera gustado tener todo el tiempo, jodiéndome carismáticamente la vida. Eres el ser que me hubiera gustado desfasar cuando se sintiera frágil entre la neblina de la existencia. Porque te quiero mucho. Porque eres Mara Rosario.


Y cuando el frío de lo desconocido te esclaviza el alma con una dependencia impúdica, me gustaría abrazarte, con temor a entrar en lo cursi, que siempre evitamos, pero del que a veces dependemos. Y decirte que todo estará bien. Que vivir los apenas 20 es una tarea recóndita y a veces caótica, pero al mismo tiempo orgánica, singular e insuperable. Que la nube que tienes lloviéndote encima con sus rayos marca ACME, al final, es un remedo de rociador hipnotizante, nada más. Que eres más grande y más fuerte. Que las brumas se disiparán, mientras vivas apasionadamente cada milímetro de tu arte. Mientras te dejes llevar por tus aspavientos. Sólo si, impregnas cualquier elemento con tu creatividad innata que, estoy seguro, te llevará a ser lumbrera. Para dejar tus huellitas, tus rulitos, tus figuritas de colores. Porque cuando tocas algo con esas manos tersas, pero igual, de villana; no creas, no cambias, no das forma, simplemente, das vida.


Admiro tu entrega, tu desorden, tu maquillaje alternativo que confundo con ojeras. Tus cambios de ruta intempestivas, como zigzagueantes, son tus cambios de ánimo. Tu arrebato efímero. Tu creencia favorita de no encajar en ningún molde de la sociedad que cuestionas y criticas. Tus artistas favoritos: Sigur Ros, Imogen Heap, Stinna Nordenstam, Damien Rice, Corinne Bayley y otros, que espero, logren superar su depresión antes de dispararse en la sien en plena grabación.
Yo he visto tus creaciones con estos ojos de ¨oso arcoíris¨ (la chapa más chévere que me han puesto, aunque sea medio gay). Una de mis favoritas es esta http://www.youtube.com/watch?v=M2cO4rvcqko. Una forma que va dando vida a su creación con tanta entrega, que en el proceso, la va perdiendo. Termina deshecha por su propia creatividad. Porque crear también es despojarse de uno mismo. Es echarse una cana intelectual al aire. Es envejecer mientras se generan espacios. Es otorgar pedazos de uno mientras se va perfeccionado, y en ese trance se va perdiendo episodios de su propia visión inicial. Porque toda evolución es la renuncia a uno mismo en el tiempo. La concepción de una nueva esencia en lo creado.


Tienes un humor refinado, contraproducente, perverso, pero indiscutiblemente inteligente e incisivo. Es humor negro terciopelo es el que quiero disfrutar cuando nos tomemos aquella bebida que nos hemos prometido a orillas del mar. Y conversar de nuestras tragedias en el tono sarcástico que tenemos como código. Tratando de parecer uno, más cool que el otro.

Me gustaría en este momento, trasnochante, salir corriendo y comprarte chocolate. Para que irrumpas la monotonía de la amanecida engullendo bombones y dulces que te vuelvan aún más dulce de lo que ya eres. Para que entiendas que soy tu big brother. Que no me importa dilucidar un REPSOL abierto. Que no me importa salir en pantuflas con mi piyama de patitos cartunescos, y poco solemnes, a estas horas de la madrugada y buscarte esa droga azucarada que te mantenga despierta mientras terminas tu última maqueta. Que te prepararía harto café, para ti y todos tus compañeros de arquitectura. Que tampoco me importaría el bullicio de sus conversaciones, que por mi edad, ya no entiendo, pero igual disfruto de su ritmo contagioso y vibrante.


Lechucita de colores, niña bella, que todas tus emociones, se conviertan en luna llena.


Acaba la canción de Devotchka y desapareces.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Autoretrato en sepia (Sus clavículas de marfil, pág. 122)


Quisiera tomarte entre mis brazos, pero me desmayaría de la emoción.
Me gustaría ser tu amante, para dejar de amarte a distancia.
Quisiera decir que te amo, pero ya te lo escribí hace 3 días.
Quisiera soñar, pero tengo insomnio.
Me gusta el aire puro, pero fumo.
Me gustaría tener hijos, pero no que ellos me tengan como padre.
Me gustaría un abrazo, pero que no me arrugue la camisa que he planchado sin respeto de sus contornos.
Me gusta la pasión, pero soy un juguete en prisión de miniatura.
Algo así como un halcón miope.
Una hormiga ociosa.
Un escritor sin libro.
Militar en Costa Rica.
Navegante sin remos.
Iglesia sin bancas.
Un aposento sin almohadas.
Creo en Dios pero no tengo paz.
Quiero ser agnóstico, pero me falta fe.
Panteísta de la nada absoluta.
Me gusta la libertad, pero no sé si la pagaría con soledad.
Me gusta leer, pero más que me lean.
Creo que del amor ya no me gusta nada.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Regalos de Navidad (por César Hildebrandt)


Habrá que regalarle al amor un poco de menos entusiasmo. Y al desamor una dosis de memoria.Y a los grandes sueños con mayúsculas un manual del escepticismo y una enciclopedia del fracaso.Y al árbol que se alza creyéndose el fundador de todas las genealogías, regalémosle la sombra de otros árboles mejores.Y al bosque una pradera.Y a la pradera un mar.Y al mar un gran naufragio.Al egoísmo debemos regalarle una guerra civil congolesa.Y a la neutralidad, una ruandesa.A Steven Spielberg, un huérfano de Gaza.Y a Alan García deberíamos regalarle perspectiva (en dosis de caballo).Y a Obama, al que sólo Shangó podrá salvar, una disminución del patriotismo.Y a la estrella de Belén un astrónomo sumerio para que diga toda la verdad.Y a los sodálites -las barras bravas de Dios- la cortesía intelectual de la duda. A los que se volvieron, ya viejos, defensores del viejo orden habría que mandarles la foto de la primera enamorada.A Fujimori, la espada con la que jamás se haría el Harakiri porque el Harakiri es el restablecimiento del honor y no se restablece lo que nunca se tuvo.Debemos regalarle a la mujer de al lado una mirada y al niño menesteroso un llamamiento y a Cipriani la fe del carbonero.Y al que no pide nada, debemos regalarle más que nunca.Sería de lo mejor regalarle a la izquierda un poco de derecha y a la derecha un tiburón blanco.El mejor regalo para Genaro Delgado sería devolverle el alma (encontrada en una escena del crimen).Y a Dionisio Romero habría que regalarle un libro sobre la fugacidad.Y a Bernard Madoff un juego de Monopolio.Y al pobre diablo, un libro de Hugo Neira para que se consuele.Al Señor de los Milagros, un milagro.Y al cielo de Lima, una foto del cielo de Huaraz.A los comunistas sobrevivientes, una réplica del único muro que la demagogia igualitaria no podrá derribar: la Gran Muralla China.Al señor Bush hay que regalarle dos montañas: una de cadáveres iraquíes y otra de caca.Al nuevo Adán, un paraíso (fiscal). A los fanáticos, un poco de perdón.Y al perdón, sabiduría.Y a la sabiduría, un poco de tristeza.Y a la tristeza, nada. Porque nada necesita la tristeza.

Esta publicación pertenece a César Hildebrandt y puede ser ubicada en http://bloghildebrandt.blogspot.com/2008/12/regalos-de-navidad.html

Deseo a todos en estas fechas mucha equidad y tolerancia.
De mi parte: un judío part time durante esta época.

Esta publicación quería compartirla con ustedes.
Me pareció conmovedora y con una dosis de reflexión notable.

Un saludo especial a Né, por su onomástico.

martes, 23 de diciembre de 2008

Gente que no me conoció


Conocí a Pedro Pablo Kuczynski en los vehículos que te transportan de la puerta de embarque hacia el avión, en el aeropuerto Jorge Chávez, mientras revisaba una y otra vez mi pasaporte vencido, como si de tanto revisarlo, tendría a bien regresar a la vigencia. Ideando la cara de idiota que pondría al explicar mi ineptitud al agente de migraciones cuando llegase a Boston, quién, estoy seguro, insultándome, me mandaría al cuartito de torturas, porque, vamos, cuando veas esos dedos lubricándose y escuches el látex de los guantes, empieza el drama sicológico. PPK, sus siglas en un maletín de lo más sofisticado, es él, pensé, como si no hubiera sido suficiente reconocerlo instantáneamente viéndole la cara. Adopté postura de diplomático y le dije, Ud. es Pedro Pablo Kuczynski, ministro de economía. Orgulloso de mi conocimiento político, le estreché la mano. El, fino y educado, hizo lo mismo con una sonrisa tan sofisticada como su maletín de cuero. Me dijo que tenía que ir a Washington a una reunión importante. Fue amable, cordial y nunca borró su sonrisa mientras conversaba conmigo. Me dio su tarjeta, al mismo tiempo que lo felicitaba por su labor. Tarjeta que más tarde perdí por la inercia de mi desorden.

A los 14 años, en la Feria del Hogar, abrazado de mi chica castaña, 3 años mayor que yo, apiñado en la primera fila, conocí a Ricardo Arjona. Cantaba esa canción ¨Mujeres¨ que detesto tanto, por su letra ridícula, su rima insoportable y porque me recuerda, que con esa canción, se acercó orondo a Tatiana y le alcanzó una rosa que había sido recibida momentos antes por una fan estridente. Recuerdo que me miró sarcástico y con aires de galán. Esa misma noche, Tatiana, en vista del atropello que había sufrido, me regaló un anillo diciéndome que me querría siempre, el cual también, creo, he perdido por la voracidad de mi caos.

Haciendo hora, decidiéndome entre El gran laberinto de Fernando Savater y The Cleft de Doris Lessing, en Crisol del Jockey Plaza, mientras esperaba a Milagros (anuncio para todos los cobradores y taxistas, entre amigos y entendidos, que me han corregido por decir jo-quei, en vez de yo-quei, como dicen ellos; yo hablo castellano en Lima y digo jo-quei, si quisiera decirlo en inglés diría yo-qui ('dʒɒkɪ)); ingresó Gian Marco Zignano para firmar autógrafos y promocionar el libro que acababa de publicar, La madera del alma. Su sonrisa no le pertenecía. Creo estaba estipulada en un contrato. Lo vi mucho mayor de lo que lo hubiera proyectado. Preferí no acercarme y guardar la memoria intacta de esa conversación que tuvimos, a la salida del Montecarlo, 1998, ambos con pelo, cuando presentó la obra músico teatral Voces y Cuerdas, junto a Jean Paul Strauss, Domingo Garibaldi y Jorge Pardo. La vimos con Maritza, una semana después de haber terminado nuestra relación. Aquella noche, Maritza y yo, salimos cogidos de la mano regresando a su casa, sin decir una palabra.


Cecilia Valenzuela hacía compras en Wong (cuando fue comprado por los chilenos, sentí que me quitaban Arica otra vez) del Ovalo Gutierrez, mi preferido, por su atención insuperable y por el viejito siempre enternado y eternizado, el señor Cochrane, que vive en Enrique Meiggs, que gusta de escuchar el piano, sentadito, esperando conversación. Risueña y acomedida, le dije que siempre veía su programa (no le dije que lo hacía únicamente mientras Rosa María Palacios estaba en comerciales).

A Luis Horna lo conocí entrando a Ace de la Javier Prado, con mirada de pocos amigos, yo que andaba rociado de un humor triunfante preso de alguna bebida vivaz, me acerqué para felicitarlo por su victoria con Pablo Cuevas en el Roland Garros. Apenas me miró. Estaba seguido por su esposa, de cara hermética también.



Saliendo de Plaza Vea, con El Gchu, nos topamos con Farid Matuk. Lo saludamos y comprobamos que sí usa esa corbatita peculiar con el bigote que no le hace juego. Parecía apurado pero fue cortés. Creo que nadie lo saluda en la calle.

En Larcomar vi a Laura Huarcayo, que es más bella de lo que sale en la tele, y es real y simpática. Tomándose fotos con niños, mera excusa de sus no tan angelicales padres para acercarse a ella. En esos momentos yo también quería ser padre de trillizos y tomarme muchas fotos con ella. Hola Laura le dije, hola me respondió con su sonrisa de media cuadra, pero hermosa igual.



En el restaurant de Isla Negra, conocí a Pedro Lemebel, con temor le pedí que me firmara su libro Los incontables, que por suerte había comprado horas antes en el Paseo Ahumada. Por supuesto, guapo, me dijo, tú no eres de acá, tú eres peruano, sí, le respondí, enrojecido. Tenía una bufanda que le cubría la cabeza y una alegría impostada, pero en ese momento, más real que la mía.

A Shakira (cuando era nuestra y no de los gringos, como ahora), la conocí, apenas cuando tenía ella unos 20 años, y yo 18, yo era parte de Defensa Civil y cuidábamos la seguridad en El Estelar de la Feria del Hogar, en el Backstage, nos repartió discos compactos y se tomó fotos con nosotros. El disco soportó mi desorden, pero no a Ximena, que terminó llevándoselo, entre otras cosas, aduciendo venganza por un engaño que nunca cometí, y que en el fondo fue la disculpa perfecta para estar con Rodrigo, mi amigo, quién después me comentó, hacían el amor escuchando mi disco firmado por Shakira.

También conocí a Alberto Fujimori, cuando fue a mi colegio, el Colegio Unión, en Lurigancho, construyó una pista de acceso y donó dos omnibuses que hasta ahora los he visto rondando. Yo estaba en la escolta y saludó los que la integrábamos. Rompimos protocolo y le estrechamos la mano. Todos menos el que cargaba la bandera que no se movió y después se enojó con nosotros por haberlo hecho. Más tarde el poder lo convirtió en tirano. Y al de la bandera en guardaespaldas de Alejandro Toledo.

En el Resort Puerta Palmeras, en Tarapoto, una noche que me puse a jugar billar con una pareja de suecos. Conocí a Alfredo Ferrero, hombre muy amoroso con su esposa e hijas. Es más joven de lo que aparenta en los medios. Risueño y relajado, conversamos a gusto en el bar del hotel, él sólo tomando un refresco de frutas. Yo, algo menos saludable. El siguiente día compartimos una expedición a la Catarata de Ahuashiyacu.


Alonso Cueto no me conoce, pero me escribió debido a la publicación Premio VERDEOPINION 2008, sus palabras infundieron ánimo que perdurará para seguir escribiendo. Me gustaría conocerlo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Sandro y Nicolás


La puerta se cierra en el mismo instante que la oscuridad del jueves entra por la ventana y él se encuentra, una vez más, solo. Recuerda lo que había soñado la noche anterior, cuando pensaba que ya había muerto y que aquel sueño era el proemio a una nueva dimensión. La dimensión que había imaginado con mucha luz, con mucha paz y con un anciano gigante de facciones arias y mirada cálida, abundante barba color lino, de brazos abiertos en horizontal infinito, a punto de estrecharlo. Pero no era así. Su sueño estaba lleno de agua. Un diluvio recalcitrante y trastocado que lo apretujaba con la presión de mil atmósferas sobre su pecho, sobre sus maltrechas costillas incompletas debido a la operación, y que encontraban refugio en el espacio dejado por el pulmón que había perdido a manos de un cirujano más parecido a mecánico de carros viejos que a cualquier respetable galeno. Una inundación titánica que se llevaba hasta el heroico puente de Puerto Nuevo, en Ñaña, aquel puente mágico que había resistido con una sabiduría barroca y la personalidad adquirida por sus supersticiosos constructores, incontables huaicos y embates de la naturaleza despiadada y ensañada contra la dignidad que poseen dichas construcciones antiguas y partícipes de una cosmética propia del paisaje. El agua ingresaba por sus fosas nasales, por su boca, por la herida abierta de la operación, amainando sus cabellos de erizo y haciendo aletear sus enormes orejas de elefante hindú. Y sentía como le inundaba hasta sus profundos miedos y desdichas humanas. Y sentía como le descoloraba la pigmentación café convirtiéndolo en un espectro pálido y casi traslúcido, roído, muerto.


Cuando despertó de aquel espectáculo, era jueves de mañana, tenía la sed más densa y desesperante de su vida. La enfermera se acercó con arrugas en vez de ojos. Lo miró sin ánimo, le dijo algo que él no entendió. Tuvo ganas de llorar. Lo intentó, pero sus sollozos eran meros suspiros huecos y secos. Sintió que tenía dos bocas y que la que siempre había tenido no le servía para nada. La traqueotomía pensó. Le dio más miedo. Intentó hablar, una lágrima rodó por su mejilla. Es una gota del sueño pensó, yo ya no tengo agua. Planificó moverse pero tuvo miedo en desmoronarse interiormente. Se preguntó por un momento si podría ir a la playa con esa cicatriz que iba desde su hombro hasta la altura del riñón y que ahora era una sensación fría que de alguna forma le producía un terror insoportable. ¿Jugaría básquetbol? ¿Le podría hacer el amor a Claudia? ¿Viviría?

La sed era insoportable. Lo ahogaba. Entró su madre con la expresión propia de haber descubierto la forma de levitar. Y le publicó una sonrisa a Sandro sin mover los labios. Sandro la abrazó con todas sus fuerzas sin tocarla y se dejó llevar en lágrimas que venían importadas de su sueño. Le señaló con la mano que quería agua. Su madre mojó un algodón y le humedeció los labios. Al rato entro Nicolás.

Nicolás Y Sandro habían sido amigos desde la infancia. Sandro al ver el semblante de Nicolás, sintió culpabilidad de haberle propinado a su amigo esa expresión de angustia y profundo dolor. Sintió la necesidad de pedirle disculpas por haberse enfermado. Por haber dejado de pintar aquella vieja casa juntos, escuchando a Queen y música trova, en el viejo tocadiscos de la abuela. Ese trabajo lo realizaban con la absoluta convicción que duraría para toda la vida. Hasta hablaron de pintar como medio de sustento, mientras cantaban canciones en inglés que ninguno de los dos sabia pronunciar. La cuestión era alargar lo más que se pudiera aquel trabajo. Pero Sandro enfermó, o quizás nunca había sanado. Tuvieron que extraerle el pulmón derecho para salvarle la vida. Nicolás sintió que también se lo habían extraído a él.

Sandro nunca se había dado al cigarrillo o alguna actividad que ponga en peligro su salud. Las travesuras que hacían con Nicolás difícilmente podían ser consideradas faltas a la buena crianza. Siempre se portó bien y trató a todos con respeto y consideración. Tenía un corazón tan noble que sólo puede ser adquirido como trasplante divino. El mismo corazón que uso para escuchar a Nicolás, con lujo de detalles y paciencia patriarcal, todo lo que se había demorado en darle a Maritza el beso que había planificado desde que la conoció. En la Costa Verde, empezó besando sus mejillas de niña buena; siguiendo por su frente, sus cejas, incluso su cabello; hasta finalizar, casi dos horas después, luego de haber recitado de memoria a Neruda y después a sí mismo, con un beso de película antigua, pero a todo color, en sus labios temblorosos. Sandro lo escuchó con atención y se alegró con el suceso. Ambos se fueron a jugar básquetbol hasta la puesta del sol. Nicolás pensaba, mientras lo miraba recostado, que Dios era un ser divorciado del sufrimiento humano. Sin sentido de la congruencia causa efecto. Y lo odió un poco. Porque Sandro no merecía nada de esto.

Era jueves todavía cuando la misma enfermera de arrugas en vez de ojos anunció que el horario de visita había culminado. Sandro sintió una sensación de desamparo que traspasó su propia mirada. Nicolás la percibió y le dio una palmada en la mano, asegurando que mañana vendría. Todos abandonaron la sala. Sandro pensó que no moriría porque era jueves. Sería demasiado literario pensó. Nicolás pensaba lo mismo mientras salía por esos pasillos lúgubres y que parecían pertenecer más a un museo, que a un nosocomio.

Esa noche Sandro sueña que está rodeado de agua y abismos. Entra en una catedral gótica con puertas echas de alas de gallinazos, escapando de unos monjes vestidos de marrón oscuro que tenían en lugar de ojos, unos cirios de llamas rojas. Las paredes de la catedral están formadas de partes humanas y el mortero usado es aceite de pescado. Los monjes lo llamaban por su nombre y ladraban como perros. La tercera noche no soñó más. Asimismo, las demás.
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Se recupera en dos años.
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Su amistad transcurre intacta a pesar de las distancias geográficas.

Han pasado diez años desde la cirugía de Sandro, ahora, lo atribula una vez más con una noticia dolosa, llama a Nicolás y le cuenta que su padre tiene cáncer. Nicolás está lejos. Nicolás siempre está lejos de todo justo en los momentos que lo necesitan o que desean su compañía. Ha optado por desterrarse de sus seres queridos y de las amistades que ha considerado familia desde que tenía uso de razón. Quisiera consolar y dar ánimo a Sandro, pero desiste porque piensa que las palabras fluidas no pueden desplazar una presencia silenciosa.


Sandro partirá para España o Alemania en julio del 2009. Acaban de hablar por teléfono. Nicolás no le ha dicho que lo quiere mucho porque sería muy cursi. Y él evita ser cursi a toda costa. Nicolás sólo desea que Sandro viva más que él. No como Aurelio. Y que mantengan, como siempre lo han hecho, esa amistad de granito que ha superado las distancias, los contratiempos, la vida misma.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Exiliados


Acabo de llamar a Perú y felicitar a Aurora, que ahora es profesional. Estoy en Niágara pero me da la sensación de estar plasmado dentro de una postal en esta tierra canadiense, con sus floridos amaneceres y su cielo azul acompañado de obesas nubes blancas. En abril del siguiente año cumpliré dos veranos sin hacer el amor. Por eso no he podido disfrutar de este viaje, que a pesar de ser un escape ante mis propias intrigas, es más bien un recordatorio de lo poco evolucionado que me encuentro.

Juliette me ha traído porque su abuelo ha fallecido y hay que enterrarlo. Un ex combatiente de la lucha armada dominicana contra el dictador Trujillo que tuvo, entre exiliados y desaparecidos, un sabor numérico y contundente de derrota. Cuando ella me contaba lo sucedido, sentí una vez más, en contra de la seriedad del momento, que permanecía flotando dentro de sus ojos que hasta ahora no he logrado, y posiblemente no logre, descifrar su verdadero color. Premonitoriamente tuve la certeza que iría con ella. Ella ya sabía que debía visitar un cliente de la compañía en la que trabajo, en el mismo condado donde murió aquel revolucionario monolítico de más de 85 años.

Me hizo la invitación al funeral mientras yo levantaba dos dietéticas mancuernas para socorrer mis mal formados y avergonzados bíceps, víctimas de las burlas de Milagros y comparados angularmente con los de Matías, jugador de Rugby profesional y brontosaurio por vocación. Ella lo conoce porque pertenecen al mismo equipo y viajan en giras deportivas; ostentando, él, sus músculos voluminosos y ella, su atletismo empedernido. ¡Qué Milagros y Matías se hagan hijos el uno al otro tomando turnos de gravidez y que usen anabólicos en vez de viagra! O mejor aún, que se clonen y vuelvan a juntarse uno contra todos hasta dar con la raza fórmula perfecta que perpetúe su insoportable vanidad.


Juliette, sin deformar en ningún momento su expresión facial por la pérdida del abuelo, me dijo que siempre lo recordaría como la primera vez que lo vio entrar en casa de sus padres allá por Cibao, habiéndose cumplido 25 años de la muerte de Trujillo, después de un exilio tormentoso, pero que le preservó la vida. Con un traje elegantísimo azul marino, un sombrero de paño y zapatos de charol negro y blanco. Su figura espigada y ágil pertenecían más a un distinguido y flemático varón inglés extraído de los años 40, que a ese combatiente sanguinario y resuelto que había visto en las fotografías de los periódicos y que había construido en su pequeña cabeza gracias a las historias que escuchaba de su padre. Se sentó en la mesa, con voz grave y bigote breve le dijo:

- Niña, sírveme un vaso de agua, que este calor ya no lo sé capear.



Nunca la llamó por su nombre. Ella hasta ahora, no sabe, si en ese apelativo demostraba algo de desprecio porque no podría mantener su apellido. Apellido que buscó preservar durante aquellos años mozos en los que tuvo 8 hijas con 8 mujeres. A las que dejaba por no darle el hijo varón que anhelaba por ese incesante deseo de prolongación que tenemos los humanos, en especial los hombres. Ese deseo de supervivencia que ha originado religiones prometiendo eternidad, y sacrificios prometiendo vírgenes; que gracias a la inteligencia o estupidez, ha logrado superar las barreras biológicas naturales, creando vida después de la vida y una muerte temporal, cuando es, probablemente, todo lo contrario. Mujeres que dejaba porque nunca creyó en segundas oportunidades, ni en el amor. Porque en el fondo, él quería que ese hijo sea lo que él nunca pudo ser. Pero que lo sea de la forma que él supo ser toda su vida: sin rendijas para las dudas o para los sentimientos de segundo orden. Finalmente se quedó con la abuela de Juliette, que le dio el ansiado varón, pero que murió mientras nacía. No volvió a tener pareja.



Debe ser por cariño que te decía niña, le dije. Ella no me respondió. No obstante, como para no desairarme, comentó que a su hermana sí la llamaba por su nombre. Quizás sabiendo que esta hermana menor de piel oscura y ojos más oscuros todavía le haría preservar su genealogía. Casada con un brasilero y teniendo un hijo en Rio de Janeiro, lo normal es que lleve el apellido de la madre; lo justo, que sea la viva imagen del abuelo. Lo normal y lo justo fue diseñado para esa hermana que nunca sobresalió en nada pero que gracias a su constancia ha conseguido lo que ha querido en casi todas las ocasiones, incluso, a fuerza de voluntad, que su hijo sea idéntico al abuelo. Lo ideal sería que las mujeres sean las que mantengan el apellido. Después de todo, son ellas las que realmente cuentan en la formación de ese nuevo ser. Los hombres son simples donantes y pueden ser fácilmente reemplazados en cualquier catálogo de banco de semen.

Juliette es divorciada. Su madre es una francesa de ojos color cielo de Canadá y cabellera de oro 24 kilates; su padre, un mulato dominicano distinguido y reconocido en su país. Que, felizmente, no logró ser el hijo que el abuelo hubiese querido y quedó más que satisfecho con sus dos hijas mujeres. Juliette es hermosa y nunca habla de cosas tristes. O al menos cuando me cuenta algo que podría ser considerado triste, es tan cuidadosa, que termina siendo anecdótico y enternecedor. Nos conocimos en el gimnasio mientras hacíamos ejercicios para los abdominales que nunca tendremos bien definidos como la chica que se colocó delante de nosotros, y que nos espetaba su bien marcado torso. Pero que gracias a esa exposición de estiramientos de gata cabaretera, logramos iniciar nuestra amistad entablando comentarios, primero en inglés y luego en castellano, pero en ambos idiomas, muy venenosos, contra ese cuerpo bien esculpido. Nunca había sentido antipatía por los abdominales de una mujer. Pero viendo a esa petulante muchacha estirándose como contorsionista de circo ruso me pareció un tanto excesivo para las gorditas esmeradas en bajar siquiera media talla para poder ser más apreciadas y apreciables. Y también me pareció un peligroso distractor, entre máquinas semiautomáticas y discos de hierro, para todos los hombres que la miraban de reojo y comentaban en todos los idiomas lo buena que estaba para pasar la noche. Empezamos a criticar todo de ella, que tenía mucha musculatura, que su cabello era muy lacio, que sus codos muy huesudos, que su labio superior no concordaba con su inferior, que sus tobillos eran muy anchos, que el lunar de su espalda muy oscuro, que sus nalgas muy redondas parecían fabricadas en un quirófano, que sus ojos no deberían ser tan grandes y verdes. Pero reímos cuando Juliette dijo:

- Esta desgraciada está tan buena que hasta yo me la tiraría.

Juliette y yo hemos conversado casi siempre en el gimnasio. Nuestra conversación es reposada y con silencios nada incómodos. A ella le encanta leer todo lo que yo no leo. Y escuchar todo lo que quiero demostrarle que leo. Me gusta escucharla, porque creo que me da las noticias sin comerciales. Y me siento tranquilo con ella porque ambos estamos cansados de relaciones fallidas y finalmente hemos decidido ser ancianos retirados, ella a los 34 y yo a los 30. Y ambos renegamos de los sexos opuestos como si fuéramos asexuados por convicción y devotos de la misma fe antisexo. No sexo. Porque hemos aprendido que todo se jode con el sexo. Que el sexo ha sido nuestra piedra de tropiezo y siempre lo hemos practicado con un rigor de médico cirujano a punto de operar a un enfermo de sida. Porque siempre ha sido el protocolo de la protección previa a la contienda, el que hemos tenido que soportar o realizar como agente de aduanas para que nada salga o nada entre, y del que hemos salido bien librados con cierto orgullo intacto. Porque no queremos tener hijos, ya que ambos creemos que son la renuncia, o al menos la postergación, de lo que queremos lograr como seres individuales y egoístas. Pues no creemos en las explicaciones dadas por las personas cercanas que han tenido hijos sin planificación, que al principio han considerado abortar y después los han bendecido como milagro de Dios. Que no los esperaban pero garantizan, vienen con pan bajo el brazo, y que gracias a ellos son mejores personas, que les dan bríos para luchar y que les cambian la vida. Mentira. Sobre lo último estoy totalmente de acuerdo, les cambian la vida, porque no querían dejar la vida que tenían antes de ellos. Así que nos hemos prometido no tener hijos hasta lograr lo que queremos como los seres narcisistas y egocéntricos que somos, porque no queremos que nuestros hijos sean mejores que nosotros, como dicen todos los progenitores, si no todo lo contrario. Y que nuestro apellido les pese y se erija como una valla muy alta por la que tendrán que luchar toda su vida para sobrepasar y no terminen siendo una mera sombra del éxito de sus padres.

Creo que por eso me siento tranquilo a su lado, no tengo que pretender coqueterías. Y ella no tiene que esperar halagos falsos con el fin de ser llevada a la cama. La primera vez que me invitó una taza de café en el pequeño restaurant del costado, me negué. Luego me sentí estúpido por pensar que una taza de café fuera relacionada por mi lógica primitiva como una propuesta indecorosa, que a fuerza debería terminar en alguna pirueta sexual. Sin mirarla a los ojos, entendió. Cuando le dije que no había hecho el amor en casi dos años, me miró con la misma expresión impávida con la que me contó la muerte de su abuelo, pero con una pizca de piedad. Inmediatamente me sentí más estúpido por diagramar esa confesión tan vergonzosa y que según yo explicaría, sin profundidad, mi castidad voluntaria. Esperando algún comentario sarcástico, me sorprendió una vez más con un silencio secuaz y hasta conmovedor.

En el cementerio lloró un poco. Pero no me acerqué a consolarla. Tampoco dije alguna frase rebuscada y esperanzadora. Porque siento que todo eso indica un gesto trivial. Porque a pulso me he convertido en un ser sin mayor convicción por nada. Siento que casi hace dos años mi espíritu se mudó a un cuerpo un poco más hospitalario. Cuando me miró con sus ojos llorosos, entendí que podríamos ser amigos, por asociación o por los ejercicios abdominales que siempre hacemos. Pero jamás nacería entre nosotros ese deseo que nos ha hecho finalmente libres de cualquier vínculo con las personas que nos rodean y de las cuales escapamos para seguir sin sentir. Sin sentir. Si sientes, pierdes.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Premio VERDEOPINION 2008


Siempre hay búsquedas. Todos las tenemos. A veces no sabemos si la búsqueda continuará más allá de nuestras vidas, pero queremos creer que no será así. Que finalmente llegaremos a gozar de la meta. Aunque sea por el instante en el que empiece a erigirse otro objetivo con sus colmillos y sus fuegos de dragón en celo (piensen en la dragona de Shrek… ¡carajo! iba bien, estaba siendo finalmente serio y objetivo, así quería que sea esta publicación, pero ya la fregué).

Hay un lector del blog que tiene 18 años y me escribió una carta pidiéndome que le recomiende libros para leer. El quiere publicar, quiere ser un escritor famoso. Dice que los blogs son divertidos pero que no es literatura. No sé si estar de acuerdo o no. Sencillamente porque no sé qué es literatura (por favor no envíen ilustradísimos definiciones de literatura buscados en Wikipedia o parecidos). Me dice que quiere ser famoso como Bayly o Vargas Llosa, en ese orden. Su búsqueda es ser famoso o escritor, a mi parecer, en ese orden ¿Qué le dirían ustedes?


Para escribir, sencillamente hay que leer. No hay otra fórmula, le dije. Y no lo hice con ánimos y lejanías de intelectual. Porque no lo soy. Me gustaría serlo cuando ya no pueda jugar básquetbol con mis amigos. Pero me gustó el entusiasmo de este joven de 18 años. Así que cada cuatro meses le dije que leería algunos libros, haría una lista en el blog y le recomendaría algunos. Así nace el Premio VERDEOPINION. Libros que leo en total desorden de estilos o importancia. Y que después desprovisto de cualquier herramienta crítica literaria digo cuál me gustó más y lo premio. King of my blog!!

He empezado con autores peruanos. Sin marginación por edad, raza, éxito y en el caso de Beto y Jaime, tampoco por opción sexual. Los críticos de literatura (ya tengo dos que joden), sírvanse abstenerse de comentar la nominación. Que yo mismo sé que es totalmente incongruente, así como desfasadas son sus explicaciones floridas y rebuscadas de lo que para ustedes significa literatura.

Sorry Mario Vargas Llosa, no estás invitado. No es por falta de méritos. Tú los tienes de sobra. Creo que si aguantas unos añitos te llevas el Nobel. Me parecieron un poco frívolas tus apreciaciones sobre el descalabro económico mundial. Por otro lado el problema también radica en que hace muchos años te diste cuenta que eres un genio y que todo lo que dices o escribes constituye genialidad.

Lo principal, creo yo (y también Gabo), en una novela, es la credibilidad. Pueden ser historias de fantasmas y dinosaurios de colores. Pero se debe ser convincente, ya sea con recursos teóricos o con detalles no tan prácticos. Pero se debe encerrar al lector en el mundo creado de tal forma que le parezca todo sorprendente pero veraz. Esto es lo principal en la evaluación a continuación.
Los leídos en orden alfabético son:

Alfredo Bryce Echenique (2002). El huerto de mi amada. Lima, Perú: Planeta. Ganador del Premio Planeta de ese año. Técnicamente al nivel de los premios Planeta, que a veces no me parecen muy justos (pero eso será motivo de otra publicación). El autor mantiene una impecable lejanía de la novela, nunca aparece. Es la historia desenfrenada de un amor en Lima de los años cincuenta. Un amor entre un adolescente y una mujer hermosísima 17 años mayor y todo lo implicado en aquella enjuta sociedad. De toda esta lista, el más difícil de leer. Y no porque sea malo, sino que uno tiene que estar muy concentrado para no perderse. Los diálogos están entreverados y son tan diversos los personajes que entran a tallar en una y otra escena que uno termina acorralado. Bryce logra abstraer al lector en los sucesos tan irreverentes, picantes y hasta ridículos, creando incluso un humor vintage apropiado. Uno llega a acostumbrarse al vaivén pero a veces desea que se termine ya. Mi costumbre es rayar mientras leo, escribir al costado, hacer acotaciones. Algunas frases que me gustaron: ¨Natalia y él lograban hacer el humor y el amor al mismo tiempo¨. ¨No quería dejarse aplastar por la ausencia de Carlitos, por la forma en que, de golpe, el mundo a su alrededor iba quedándose por completo sin contenido¨. ¨Tú eres un futuro, mi querido Oso, que se hace cada vez más pasado, pero que jamás llegará a ser presente.¨

Alonso Cueto (2007). El susurro de la mujer ballena. Lima, Perú: Planeta. Finalista del Premio Planeta. Cueto se viste de una mujer, y de forma magistral, para relatar la historia del encuentro con una amiga de la infancia, una amiga obesa que trae consigo miedos que la protagonista cree olvidados, uno nunca sabe el tipo de relación que llevaron o que llevan, incluso al final es ambiguo. Creo que en esto radica su primordial ventaja. Ser mujer en una obra, mientras uno es hombre al escribir, no es tarea fácil. El riesgo de entablar relaciones no tan concordantes es alto. La historia es intensa, los miedos, obsesiones, las derrotas, las absurdas reacciones y sofismas, no dan tregua hasta la última página. Una verdadera obra maestra. Cueto quizás sea, a mi parecer, el mejor representante de nuestra literatura. Frases que me gustaron: ¨Un escudo familiar suyo podría haber tenido como emblema un brassiere colgando de una botella de whisky¨. ¨Parecía un monje perverso¨. ¨Habría podido ser el chofer de un tanque que iba aplastando cadáveres a su paso¨. ¨Una esposa puede ofrecer conversación y estabilidad… ¨. ¨Era como un soldado que avanza por un campo de batalla pensando que solo puede sobrevivir si no mira a los que van cayendo cerca. Quizás en cierta forma los culpaba por haberse muerto¨. ¨Los árboles, unos gigantes muertos, de brazos afilados¨. ¨La soledad afina los contornos¨. ¨La memoria es un campo de concentración¨. ¨Pensaba que cualquier problema se iba a resolver rezando, hay gente así¨. ¨Creo que el hecho de llevarnos tan bien durante esos días fue lo que me animó a pedirle que nos separáramos.¨

Antonio Cisneros (1994). El libro del buen salvaje. Lima, Perú: Peisa. Cisneros ha resumido demasiado sus experiencias en otros países. A veces me parece que como escritor se aleja demasiado de sus propias vivencias y busca ser prolijo antes que llegar al lector. No obstante, esta capacidad de redacción y detalle que se adquiere únicamente con cientos de páginas escritas es también una fortaleza que lo convierte en un literato capaz de redundar su jerarquía como poeta narrativo. Su libro es dividido en Crónicas de Viaje y Crónicas de Viejo. La primera, las historias que le ocurren durante sus travesías por Asia y Europa. Me hubiera gustado leer un poco más descripciones de la gente que lo rodeaba. No tengo frases favoritas porque en su conjunto cada historia lo era. Las Crónicas de Viejo me gustaron más. Hay un relato impresionante sobre la importancia que le daba el fascismo a la alimentación cruda. Nunca había leído recetas de cocina que tuvieran un valor casi doctrinario. Revelador y coherente, el poeta Cisneros ha plasmado los deleites del urbanismo ya no como poeta externo, sino como sobreviviente de lo cotidiano.

Beto Ortiz (2004). Maldita Ternura. Lima, Perú: Alfaguara. Es la historia de un periodista, de Beto, situada en Lima de los 80. Recurre al escándalo y al uso de personajes reconocidos en la farándula apenas disimulados con nombres que incluso cuentan hasta la con la misma fonética. El protagonista es una especie de héroe autodestructivo y egocéntrico que busca el reconocimiento de la gente a cualquier precio y se odia asimismo por no alcanzar sus propios estándares. La credibilidad de su creación es irrefutable. Me impresionaron mucho los diálogos con pirañas y homosexuales. Es muy real y textual. Si se tiene un estómago de forense, porque las escenas de coito homosexual son un tanto repulsivas para mi heterosexualismo mojigato, la obra de Beto es entretenida, ágil y muy bien escrita, a pesar de ser un tanto sobrecargada en el uso de ciertos personajes. La angustia humana por la soledad y la inclinación a la pederastia con un síndrome autodestructivo salvaje se visualizan a lo largo de la obra. Me impresionó mucho la historia sobre un famoso travesti de la televisión que inventa tener sida para tomar ciertas ventajas. Hay errores de impresión. Algunas frases favoritas: “Esa lóbrega sospecha de que aquello que llamamos amistad no pasa de ser una pasajera alianza entre traidores”. “En suma: pelo de ombligo, como se dice. Ni tan vello, ni tan pendejo.”… más olorosos que pescados fritos y derrochando carisma,…” “Y todo lo que de mí queda después de cada feroz combate son mis huesos y mis cáscaras, mi piel de lobo varado por el mar, mordisqueado el (debería decir al) infinito por los cangrejos de la tristeza.” “Hay cosas que tú no terminas de entender, quizás porque yo aún no comienzo a decírtelas”. “- y ahora lo que te toca es esperar - que el tiempo será una boa constrictora”.

Daniel Alarcón (2007). Guerra a la luz de las velas. Lima, Perú: Alfaguara. Son relatos del Perú de los ochenta, el caos, las costumbres como cuña para las distancias, la violencia, el crecimiento demográfico, las diferencias raciales como pretexto para el abuso, con un elevado porcentaje de las incursiones de Sendero Luminoso y las repercusiones en la sociedad. Así también narra situaciones en New York, como la relación a escondidas entre un peruano y una hindú. En el primer cuento, se derrumbó, porque relata lo sucedido durante un huaico, creo en Chosica, decía que la gente sacaba sus alfombras para que se sequen. ¿Quién vive en casas con alfombras en el Perú de los cerros? Después de conocer que Daniel no vivió en Perú sino en Estados Unidos pude entender. Pero eso no lo salvó, pues rompió la credibilidad del paisaje. Debió haber sido una tarea muy complicada para él, recrear personajes y situaciones que no han sido parte de su diario vivir. Me parece que es un poco cuidadoso para no incurrir en demasiados errores en la formulación y explicación de la cultura peruana. Hay un tinte de orfandad en sus relatos. No tengo el ejemplar conmigo, así que no puedo citar las frases que más me gustaron. Pero tengo esta que apunté en un papel: ¨Su madre murió. Lima aceptó su tristeza y le regaló un mes de días nublados¨.

Fernando Ampuero (1994). Malos modales. Lima, Perú: Planeta. Son ocho relatos que terminan en el que lleva el título del libro. De lejos el mejor de todos. Esa casa que estaba medio naufragada en el mar del Callao mientras ocurrían los encuentros sexuales de aquellos adolescentes y esa ninfa europea, cierra muy bien los demás cuentos. Hay momentos muy fascinantes a lo largo de la obra, pero creo que no logran cuajar algunos personajes, quizás porque son relatos y deben ser breves. Se siente por ratos un tedio que el autor quiere aprovechar, pero que no logra transmitir. Frases preferidas: “El pobre era un soñador, como te dijera en un principio, y del linaje menos socorrido: un soñador imprudente.” “El muchacho contempló los hermosos senos de su mujer, unos senos redondos, cuya impecable línea de caída natural, desde un punto de vista estético, constituía a su juicio la evidencia rotunda de lo que jamás ha reproducido, ni podrá reproducir, el más virtuoso de los cirujanos plásticos¨. ¨Esas cosas se saben a una edad determinada, o no se saben nunca¨.

Gian Marco Zignano (2007). La madera del alma. Lima, Perú: Planeta. Un poemario hecho a la altura de un adolescente. Lo que bien podría ser un valor ventajoso, se convierte en su debilidad. Los poemas no tienen profundidad y tampoco saben regocijarse en la superficialidad. Comete el error de narrar historias en verso con una magnitud imperceptible y vacía. No cabe duda que Zignano se vale de la música para cautivarnos con sus canciones, cosa que no logra en la poesía escrita. Al inicio nomás advierte al lector, con profética disculpa, que él no es un conocedor de libros ni un intelectual. Totalmente de acuerdo. Me parece que ha visto muchas películas americanas de corte romántico como base a esta obra. De ahí ya empieza su propio naufragio. Divide el libro en dos partes: la corteza y la savia. El poema/relato más sobresaliente es ¨Tobías y Carmen¨. El poema con más envergadura podría ser ¨Tibio y Amenazador¨. Frases escogidas: ¨Desolación es la ausencia de alguien, soledad es aprender a llenar el vacío con tu propia presencia¨. ¨El nunca se fue. Hasta hoy, él sigue con ella y ella sin él¨.

Hernán Garrido-Lecca (2002). Una historia de mi entierro y otros cuentos. Lima, Perú: Universidad Inca Garcilazo de la Vega. De todo este grupo de libros, una grata sorpresa. Al inicio uno no puede despegar la imagen que se tiene del político. Pero poco a poco se logra disfrutar del autor. Su temática es bien trabajada a lo largo del libro. Me parece un poco enciclopédico, como que estuvo muy atento en las clases de literatura, por ratos muy pegado a estereotipos. La solvencia para cambiar el punto óptico del lector y manejar ciertos personajes con respecto a la muerte es apreciable. Es un culto al status quo cuando se aproxima lo inevitable. Hay relatos brillantes, pero quizás la mitad de ellos cuentan con esa afirmación. Frases elegidas: ¨La Mujer Stradivarius es absolutamente bella pero no es perfecta, perfecta es su sonrisa y perfecta es su mirada. Pero Ella, no es perfecta.¨ ¨La mediocridad no es un defecto, es una condición humana, problema, causa y resultado de la pobreza. Y hoy nos domina, se reproduce y extiende.¨ ¨Absurdo es todo lo que no existe¨. ¨El vino es la espada capaz de trazar la línea entre la creatividad genial y una borrachera cualquiera, el límite entre la soledad y la decadencia. Quizá es la línea misma.¨

Jaime Bayly (1994). No se lo digas a nadie. Lima, Perú: Seix Barral. Novela de formación que termina adaptándose al estilo directo y seco del autor. Cuenta la atribulada historia de Joaquín. El protagonista crece en un hogar burgués con una madre presa del Opus Dei y un padre machista y hasta tirano. Las dos dimensiones exactas que lo convierten desde pequeño en un muchacho confundido. De altos contenidos racistas, esta obra manifiesta el desarrollo de una identidad desconocida y poco aceptada por la sociedad limeña, la homosexualidad, la bisexualidad. Narra también el alto consumo de drogas de Joaquín, sus disparates y travesías en la búsqueda de apaciguar sus demonios y temores. Las zonas más trascendentes en el libro, creo son, las relacionadas a su padre, porque ahí el nivel de veracidad parece elevado. Creo que usa demasiada información sin dejar que el lector logre sedimentar lo que lee. Parece también demasiado editado, corregido, como que perdió mucho su alma inicial. Frases célebres: “A las caspas de Atahualpa, pues, hombre. Al talco de los dioses”. "En este país hay ciertas cosas que no se deben hablar, y nuestra debilidad por los hombres es una de esas cosas. En el Perú puedes ser coquero, ladrón o mujeriego, pero no te puedes dar el lujo de ser maricón" “En Lima, a la coca le decían chamo, paco, paquirri, falso, falso paquisha, blanca, Blancanieves. Lo más común era decirle chamo”. “Para Joaquín, fue una sensación extraña tener, al mismo tiempo, una hostia en la boca y un poco de coca en la nariz”. “Tú te jalas hasta las líneas del free way”.

Jorge Bruce (2007). Nos habíamos choleado tanto. Lima, Perú: Universidad San Martín de Porres. No constituye en nada la línea de los demás libros, este ensayo sobre racismo en la sociedad es un documento de pulcritud académica. Este libro es una lectura obligada para todo aquel que quiera aprender sobre las relaciones que surgen entre peruanos. Hay un párrafo que explica, quizás en cierta forma, la profundidad de la obra, se trata de la búsqueda de un empleado para cubrir un puesto importante, la jefa encargada de dicha labor se le ocurrió utilizar al conserje, de raza indígena, para que escuche las conversaciones y la forma de trabajo de un grupo de empleados, los resultados fueron provechosos y se pudo elegir al mejor de los empleados, lo que ocurría es que los empleados actuaban como si el conserje no estuviera, su presencia no les hacía ninguna atención. El libro es bastante técnico y el lenguaje alturado, consta con herramientas para su entendimiento como glosarios y pies de página, incluso así su lectura es complicada, la redacción impecable. Hay innumerables frases y enseñanzas en este libro: “… se requiere una gran cantidad de actividad para alcanzar un fin pasivo.” El hijo de Ricardo Palma, Clemente Palma, racista radical, en su tesis de bachiller escribe, “… raza embrutecida por la decrepitud, es por su innata condición inferior, y por los vicios de embriaguez y lujuria, un factor inútil…”. También dice, “… (el mestizo) ha heredado los defectos de ambos y las virtudes de ninguno…”. Incluso Mariátegui, defensor de la condición indígena lanza diatribas sobre otras razas, sobre los chinos escribe, ¨parece haber inoculado en su descendencia el fatalismo, la apatía, las taras del Oriente decrépito. El juego, esto es un elemento de relajamiento e inmoralidad, singularmente nocivo en un pueblo propenso a confiar más en el azar que en el esfuerzo…¨; sobre el criollo ¨español bastardeado¨ y el negro ¨cuando se ha mezclado al indio ha sido para bastardearlo comunicándole su domesticidad zalamera y su psicología exteriorizante y mórbida; la sociedad colonial absorbió y asimiló a la raza negra, hasta intoxicarse con su sangre tropical y caliente¨. ¨El racismo encubierto inconsciente, que sale a relucir en situaciones de conflicto, cuando el autocontrol se pierde¨.

Raúl Tola (2008). Toque de queda. Lima, Perú: Planeta. No terminan de ser relatos, son más bien bosquejos de historias, parecen borradores y tienen la apariencia de haberse imaginado todos los personajes sin colores. Pierde forma en la estructuralización de elementos que lo hagan más creíble, como la ambientación de las escenas violentas. Son 16 relatos, que deberían haber sido 10. Creo que en algunos carece de total sentido, son más bien pinceladas de estados de ánimo. El título debería ser más universal pues no son historias netas relacionadas al toque de queda. Hay algunas exageraciones, como la pareja de tíos hippies con demasiados estereotipos. Casi todos los personajes con desconfiados crónicos. El relato que más me gustó fue la pelea de una pareja en el automóvil, creo que se vuelve muy íntima. Luego la historia del repartidor de cartas en la revista, muy densa y la desfiguración del rostro del portero es muy enriquecida con las últimas escenas. Es una lucha constante por encontrar esperanza en medio de la adoptación del dolor como único ente claro en sus desafíos. Frases favoritas: ¨- ¿Por qué tuve que dejarlo? - se lamentó Amanda -. Era feliz, muy feliz. No lo quería pero era feliz¨. ¨Muchas (historias) eran repetidas, pero había algo en la forma que eran contadas que nunca llegaba a cansar¨.

Santiago Roncagliolo (2004). Pudor. Lima, Perú: Alfaguara. Lo que los une es el pacto secreto de no contarse lo que les pasa. La historia de una familia donde el padre sufre una enfermedad que lo llevará a la muerte, la madre recibe propuestas sexuales indecorosas, la hija está confundida con su sexualidad, el hijo ve fantasmas (creo que esto fue demasiado ¨Sexto Sentido¨), el gato quiere copular antes que la capen y el abuelo busca ser más joven a través de una mujer. La riqueza de los personajes y su movimiento independiente en la obra, mantiene al lector enganchado desde la primera página. Cada capítulo le pertenece a un personaje, incluso al gato. Y el autor se mimetiza de cada uno con suma concordancia y soltura. Es vibrante, ágil, por momento jocosa y en otros revela soledad y angustia. Se llevó al cine español, pero creo que no supieron ambientarla lo suficiente. Roncagliolo, a su corta edad, sorprende por la madurez que ya posee, y que estoy seguro, lo llevará a ser el nuevo representante de nuestra literatura. No tengo el ejemplar conmigo por eso no puedo colocar mis frases favoritas.

Los más flojos:

2. Gian Marco Zignano (2007). La madera del alma. Lima, Perú: Planeta. A Gian Marco se le perdona todo, es nuestro consentido. Además es poesía, es más difícil hacer poesía. Ojalá se anime a seguir publicando y mejore.
1. Raúl Tola (2008). Toque de queda. Lima, Perú: Planeta. Tengo entendido tiene dos publicaciones más. Espero que sean mejor que esta. Me dolió pagar S./ 35.00.

Los finalistas en podio son:

4. Alfredo Bryce Echenique (2002). El huerto de mi amada. Lima, Perú: Planeta.
3. Beto Ortiz (2004). Maldita Ternura. Lima, Perú: Alfaguara.
2. Santiago Roncagliolo (2004). Pudor. Lima, Perú: Alfaguara.
1. Alonso Cueto (2007). El susurro de la mujer ballena. Lima, Perú: Planeta. Debió ser el Premio Planeta de ese año. Pero más importante es el Premio VERDEOPINION. Felicitaciones. Sírvase cobrar su cheque por caja.



Nota Final


La publicidad es demasiado manipuladora en la literatura peruana. No puedo creer que Gian Marco haya vendido más que por ejemplo Daniel Alarcón. Por otro lado me sorprende observar que casi todos los autores de esta lista son de familias muy acomodadas. ¿Es esto un rasgo literario? Felizmente no. Pero sí debe ayudar mucho en los vectores, mas no en la creatividad. Espero.


Elevadas dosis de racismo. ¿Seremos los peruanos racistas por default?


El tema de terrorismo está impregnado incluso en los autores que nunca lo vivieron. Me parece excesivo y obsesivo.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Sus Clavículas de Marfil (pág. 9)


He pasado a ser un miembro más de tu lista de messages to forward,
he pasado a ser un recuerdo mal parado que se va desvaneciendo entre los dedos del tiempo como arena que se la lleva el viento.
He pasado a mejor vida, a peor vida.
He pasado más allá del umbral de la nostalgia
y me he convertido en una estatua polvorienta y olvidada.

Y tú, permaneces intacta.
Y renaces todos los días por la mañana.
Volviéndote una tempestad que me empuja por dónde sea.
A dónde sea.
Tú has desentornillado las estrellas y enrollado el cielo dejándome a oscuras.

No vi, no supe, no entendí.

Siempre ocuparás un lugar en mi vida,
no necesito que me respondas para escribirte,
no necesito que me oigas para hablarte,
no te necesito para quererte.

martes, 18 de noviembre de 2008

Gracias, Augusto Alvarez Rodrich


Cuando el sábado 15 del presente mes abrí la primera página de Perú21, que hace 5 años leo fervorosamente sin perderme un capítulo, me sorprendió que la sección Plaza de Armas haya sido agrandada y que no esté la columna editorial. Seguramente se tomó un día off mi compadre Augusto pensé. Lo ha hecho antes. De todas formas llamó mi atención que no lo hubiese anunciado el viernes. Pero cuando leí ese mismo día un tísico artículo sobre los escuetos agradecimientos que le propinaban por la dirección del diario, más una breve reseña de su carrera periodística, entonces, ahí sí sentí que me habían choreado mi pasaje de regreso a casa (http://peru21.pe/noticia/221321/augusto-alvarez-rodrich-deja-direccion-peru21peru21). Me sentí defraudado. Un poquito huérfano. Un poquito enojado. Al principio pensé, seguro le han ofrecido un súper puesto en el gobierno. Contralor, aluciné. Si yo fuera Presidente pondría a mí más fiero y sesudo crítico de Contralor. O posiblemente esté enfermo. No, está bien de salud, se escuchó bien en RPP. Qué raro. Pero si Augusto Alvarez Rodrich le encanta su trabajo, se le nota. Y más ahora que está marcando la pauta en cuanto a la corrupción que se ha descubierto en el gobierno.

No ahondé en el tema. Estoy lejos de Perú, y el sábado transcurrió sin saber alguna noticia de lo que realmente estaba sucediendo. Ese día, sin joda, dormí como si un escritor querido hubiese muerto y ya no podría disfrutar de su ingenio nunca más. No va a ser igual sin Augusto, pensé. Perú21 no va a ser igual. La línea que lo distingue es el prestigio y la credibilidad de sus análisis. Es un periodista serio y con una ética indiscutible. Dormí.

Me levanté temprano, de frente a ver en Perú21 qué había pasado. Abrí el PDF. ¿Qué? ¿Plaza de Armas en domingo? ¿Dónde están Bruce y Basombrío? Ahí sí pegué el grito al cielo. Y nadie comentaba nada de la salida de Augusto. Esto no puede ser. ¿Y Rospigliosi? ¿Qué está pasando con el periódico líder de la opinión pública? ¡Me están quitando mi Perú21 carajo (agréguese tonito de Toledo al carajo)! Un momento. ¿Ayer salió Rosa María Palacios en su columna de los sábados? Tampoco. Los habrán encontrado a todos en una juerga tipo la selección de fútbol y los están castigando. Cuando dejé de pensar huevadas. Mi amigo Antonio Quispe, con quien estoy negociando su entrada a este blog. Me mandó un link. Ahí me enteré de todo.

Bueno, los he leído todos y he escuchado los audios. Al final están todos para los que quieran informarse. El motivo de mi publicación no es repetir lo que ya mucha gente sabe. Pero para resumir, como dijo el mismo Augusto. Su intención editorial, y por ende la del todo el diario, no estaba alineada con lo que los dueños querían transmitir. Se dice que hay un negociado entre El Decano, léase El Comercio, dueño de Perú21, y entre la constructora Graña y Montero por unas subvaluadas tierras en Collique, por lo que pidieron la cabeza de Augusto. Graña y Montero es socia de El Comercio. Lo acompañaron en la salida hasta el momento: Rosa María Palacios, Fernando Rospigliosi, Jorge Bruce, Carlos Basombrío y Nelson Manrique. Los cuatro primeros eran obvios. Mi sorpresa fue Nelson Manrique que casi siempre tiene ideas muy diferentes a los mencionados. Pero fue un apoyo intelectual y noble. Y aunque nunca me gustó mucho Manrique por ser muy izquierdista, siempre lo he leído. Y ahora encuentro en él una persona que merece mi admiración, no sólo por su profesionalismo, sino también por su apego a la congruencia de sus ideas y a la solidaridad. Deberían renunciar todos en señal de solidaridad y de protesta ante este atropello. Los que quedan y toman dictado de los dueños, ya no sirven para nada. Heduardo dice que él va a seguir con su línea hasta que lo boten. Ojalá.

Perú21 ha sido mi diario preferido hasta el día sábado. En él aprendí sobre distintos temas de la política nacional, de la sociedad, de economía, noticias internacionales, arte y cultura, (los deportes nunca los leí, no sé nada de fútbol y me enorgullezco de ello) entre otros tópicos. Era mi periódico preferido porque en él uno podía deleitarse diariamente con columnistas de primer nivel. Y no sólo eso. En Perú21 había posiciones muy distintas. Incontables veces los columnistas discutían acaloradamente contra sus colegas de trabajo páginas más adelante o más atrás sobre posiciones antagónicas. Eso es lo que me animaba a leerlo. Porque uno aprendía diferentes puntos de vista en una misma edición.

Augusto Alvarez Rodrich no era mi columnista preferido. Su estilo para escribir me parecía un poco lineal, liso, sin sal. Pero siempre agudo y sin sesgos. Siempre actual y punzante. Eso sí. De imparcialidad demostrada. Augusto, en mi opinión, es un referente de periodista. Es un hito. Es una inspiración. Es un ejemplo de trabajo, disciplina, constancia y versatilidad. Gracias a él se junto un grupo humano de primera calidad para hacer, a mi parecer, el mejor diario del Perú. Gracias por ser tolerante con las ideas multipartidarias. Gracias por ser un periodista íntegro. Gracias Augusto por infundir valores elevados en nuestra sociedad.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Esa es tu (verde) opinión


Milagros me ha llamado por teléfono hace unas horas para entablar la única conversación con roles definidos que hemos tenido en nuestra relación amical que empezó a principios del 2000. Con roles definidos, porque nunca los hubo, porque bien podríamos ser una fluctuación de pareja conformada por lesbiana y chico homosexual (o viceversa) tan hilarante y desencajada que me hace a veces pensar, sería la dupla más feliz de la aburrida Lima del cono este. Ella apapachándome al ver una pelillorona y yo cocinándole con mi delantal morado, porque el morado está recontra in, suculentas comidas que hagan de su figura más esbelta, más atlética, más deliciosa y más inalcanzable que nunca para todos los rollizos que carecemos de ese gen envidiable. Ese cuerpazo que se maneja que no sé si me provoca tenerlo yo para lucirlo con botas o zapatos fashion, con jeans low cut, mostrando el piercing del ombliguito coqueto y con topcitos, politos apretados, tiritas, lo que sea en realidad, porque siempre relucirán a la perfección esos pechos animosos como caritas felices emoticonas y redonditos, demasiado redonditos, ya me entienden. O tener ese cuerpazo a mi lado caminando por las calles, yo bien erguido como machazo de novela mexicana con pelo en pecho y bigote macizo, para poder abrazarlo apretadito y aplicarle cuanto ungüento sea necesario para mantenerlo acostumbrado a mis manos y a mi sincera veneración. Pero da lo mismo.

Volviendo a la conversación telefónica, es la primera vez que no nos atropellamos para conversar, que no nos forcejeamos, que no nos revolcamos en risas, que no hablamos disparate y medio con una energía tan desmedida e iracunda que termina en orgásmicos suspiros y entretelones fugaces. Hemos aprendido con el tiempo a hablar uno encima del otro, con un desorden tan activo y espeluznante que a veces me pregunto si no es acaso una de las formas más deslumbradas del caos completo. O que si no es acaso la nueva forma de terapia de pareja más hilarante que bien podría ser la clave a una relación duradera y feliz. Pero hoy no fue así. Me dijo que le habían entregado sus resultados de un chequeo médico general. Hubo un silencio que nos succionó a los dos. A pesar de estar tan lejos. Bueno creo que a mí más que a ella. Pues ella siempre dice que soy una dramática y que bien podría ser su amiga o su amigo gay, porque siempre pongo atención a los detalles, porque la escucho y nunca olvido lo que dijo ni lo que usaba mientras lo decía, ni dónde me lo decía y con qué color de lápiz labial me lo decía, y que sirvo para decorador, para diseñador de interiores, o de ropa, porque cuando vamos a comprar ropa es ella la que pregunta mi opinión y yo el que discrepo o asiento con la sabiduría propia o adquirida de Anna Sui, Prada, Versace, Gucci, Dolce & Gabbana, o cualquiera de ellos. Que tengo gusto para los perfumes, para los libros, para los vinos raros o licores extranjeros que ella no se atreve nunca a probar y menos a pronunciar, porque su inglés o francés es tan incipiente y nocivo como mi ritmo para la cumbia. Porque no le gusta nada que no sea piña colada. Lo cual a mí me parece una huachafada, pero la perdono porque es Milagros, y porque la quiero, y porque al menos con la suficiente cantidad creo que también se podría embriagar y ser presa de mi conversación afiebrada y ceder a mis propuestas decentes pero carentes de vestuario alguno, o ceder quizás a su leve inclinación que creo que tiene por mí, aunque sea lésbica, que para efectos prácticos da lo mismo.
Hace algún tiempo me dijo que si algún día llegáramos a ser pareja ella sería la infiel. Porque según ella, en todas las parejas tiene que haber un infiel y prefiere serlo ella. Luego recapacita y me dice que eso no pasará porque soy medio gay. A lo que yo cavilo profusamente, si puede haber algo más inútil que un medio gay, siendo muy maricón para las mujeres y muy macho para los hombres con esas tendencias. ¿Qué desfalco humano podría entonces fijarse en mí?

Volviendo otra vez a la comunicación telefónica.

- Tengo mi colesterol y mis triglicéridos recontra altos, flacuchento tela - así me dice Milagros.

Suspiré aliviado porque pensé que tendría una enfermedad de premio castigo por su encrispante vanidad, o algún mal producto de su arduo trabajo de ingeniera en las minas de cobre a más de 4 000 msnm donde labora, lo cual incluye también, y estoy especulando únicamente, los artificios para combatir el frío entre ellos, el roce de cuerpos, y no creo que el látex esté medicado para calentar cuerpo, sino todo lo contrario.

- Pucha, chola fea - así le digo yo, y adoptando esa postura que jamás había ensayado con ella proseguí - ¿Y te sorprendes? Con toda la chatarra que comes es un milagro que no te haya dado un ataque al corazón - su silencio al otro lado de la línea me dio más autoridad -, cuántas veces te he dicho que comes demasiada fritura, demasiada confitería, que el brownie no es nutritivo, que el agua no es sólo para bañarse, y que la gaseosa no tiene vitaminas.

- Sí pes flacuchento, ta mare, el doctor me ha dicho que soy sedentaria y que debo cambiar mi estilo de vida si no quiero sufrir de diabetes juvenil u otras cosas peores.

- Flaca, hazme caso, come hartas verduras y bebe dos litro de agua diarios para que veas cómo te pones bien al toque. Y deja de estar comiendo como minero, que tú no estás en la mina reventando piedras y que tu consumo de calorías se resume a chatear por el Messenger y hacer una que otra visita técnica - Milagros rió, y todo volvió a la normalidad.

Después empezamos a hablar de dietas y estrategias. Que doy fe, me funcionaron para bajar más de 25 kilos. Pero fueron esos roles efímeros que me hicieron creer que entre ella y yo las cosas quizás nunca serían claras, pero que siempre habría una simbiosis exacta y tácita. Lo que me hizo recordar el único momento que Milagros fue tajante conmigo de la forma más ambigua y nublada como aquella tarde en la que terminamos los dos con cara de autogol en la calle de las pizzas.

Habíamos caminado y conversado toda la tarde, además de comprar productos de primera necesidad, como chocolates, galletitas, brownies, pañuelitos de colores, calzones, medias cartunescas, unos cuantos polos abrigadores, entre otros, para su próxima estadía en la mina, todo bien menos el Zhumir piña colada que compró para sus noches de películas pirata, esa bebida alcohólica me parece una pretensión demasiada cosmopolita para esa tierra inhóspita y fría donde ella trabaja y donde yo seguramente moriría instantáneamente con un desmayo poco varonil.

Ya entrada la oscuridad de la noche decidimos entrar a un bar al final de la calle de las pizzas. Era un recinto que desentonaba con todo lo que ocurría afuera. Afuera donde los mozos parecían bricheros acechando sus víctimas, afuera donde nos habíamos encontrado con Erika, sí con Erika, la que nos hacía los trabajos por computadora en la universidad, a la que le tengo un cariño infinito, aunque me haya palidecido los bolsillos con sus tarifas exorbitantes y abusivas, ella iba del brazo de un español ya entrado en años, seguramente conocido por internet. Ni bien nos saludamos nos despedimos, creo que porque ella no quería dar explicaciones. Pero ahí adentro ya no se sentía el frío. Era un bar más parecido a taberna irlandesa, bien proporcionado por el descalabro de sus paredes llenas de chucherías europeas y música en cualquier idioma menos el castellano. Nos sentamos y pedimos una piña colada y una Cusqueña. La conversación fluía como siempre. Y me sentí tan cautivo por el momento y el lugar que pensé que sería una magnífica oportunidad para decirle lo mucho que la quería. Magro error.

Pero se lo dije. Y ahora que lo recuerdo, no logro entender una vez más su contestación. No logro tampoco entender cómo después de haber tomado tantos Vodkatonics, luego de su original respuesta y siglos después de la primera Cusqueña civilizada, pueda todavía recordar al detalle, cada expresión facial, cada suspiro, y a la gorda y apretada moza que nos atendía, que fácilmente podría haber estado allí o en alguna foto médica del antes de una esmerada liposucción, en su caso, lipoextracción, liporemodelación, liporehabilitación, gorda espesa que venía cada vez más seguido para servirme más Vodka y menos piña colada para Milagros, como confabulada contra mí, en un complot tan denso y prolífico que estoy seguro ella celebra hasta el día de hoy.


En mis varias declaraciones de amor furtivas y en su mayoría derrotistas he escuchado numerosas explicaciones. He escuchado el popular eres lindo, pero no te veo como algo más, o el no estoy lista para empezar una relación, tengo miedo de perder tu amistad, o también el silencio sepulcral con desenlace de sonrisa piadosa por el rebotado, entre otras más patéticas y ridículas que es mejor no mencionar por mi bienestar mental. Todas a mi parecer sobonas, pero llenas de mentiras. Más fácil es decir no me gustas y punto. Pero nunca en mi corta existencia, casi treintera, he escuchado después de haberle dicho lo maravillosa, inteligente y encantadora que la encontraba. Mirando sus ojos negros y punzantes como verduguillo de piraña vieja. Y esperando que su locuacidad me llevara al nirvana mismo, para poder pactar dicho discurso con un beso nerviosón y aclimatado a la belleza del suceso. Pero, no. Nada de eso. Me respondió con una voz que puedo asegurar que no era de ella si no de la gorda amorfa esa que odio tanto.

- Esa es tu opinión.

Sumamente contrariado y pisoteado en mi ego, pero más en la inteligencia por no saber qué significaba eso, ni qué responder. Saqué un cigarrillo, sabiendo que Milagros detesta que fume delante de ella. Lo encendí. Terminé bebiendo todo lo que me puso en la mesa, ese ser adiposo al que le echo la culpa, irracionalmente, de mi ilustre derrota ¿derrota? ¿Podría ser otra cosa? Por supuesto, yo hice uso de mis cualidades histriónicas y Milagros (creo) no se dio ni cuenta del estado vegetal en que me había dejado. Pedí la cuenta. Atónito me prometí empezar un blog y contar este suceso. También le dije que le escribiría todos los viernes, cosa que he cumplido por más de 52 semanas ya. Milagros ya tiene material suficiente para publicar por su cuenta un blog con mis cartas. ¿Lo hará?

Ah, me encanta el color verde, porque es como lo contrario a maduro y porque soy pro ambiente y toda esa vaina que va pegada a mi carrera de ingeniero ambientalista o ambiental, porque no me libro de las bromas: ingeniero de ambiente, ingeniero de lunes, ingeniero salva ballenas (a la gorda moza esa no la salvo ni aunque sea la última de su especie). Milagros siempre será Milagros en mi blog, y cuando reluzca su nombre en las historias, será ella y nadie más que ella. Todavía no sé qué hacer con mi opinión, esa que Milagros me soltó como bomba atómica y de la que salí más irradiado y mutante que nunca. Mi opinión. Mi verdeopinion (la tilde se le quitó porque escuchábamos música en inglés).

viernes, 7 de noviembre de 2008

Mangú se fue a la Guerra

Me acabo de enterar y no sé cómo reaccionar. Pero sudo, sin querer sudo, o queriendo sudo. Da igual. Se siente igual. Como van cayendo gotas de sudor por mi frente, por mis hombros. Los veo juntos y sudo. La boda y sudo. Las fotos de la torta y sudo. El beso de recién casados y sudo. Como si no hubiera otra forma de afrontarlo. Como si a mi cuerpo no se le ocurriera forma más peculiar o creativa. No sientas nada me digo. Mastica tu sonrisa sarcástica de siempre. No le des gusto al Diablo, ni a Diosito, ni a la Sarita Colonia. Recógenos confesados, Ave María llena eres de gracia. Que nadie se entere. No le des gusto a la vida que te atormenta una vez más con esos cambios de velocidad, con esos cambios de escenario. Telón, se abre telón, se rompe el telón, puto telón. Sin suspirar. Que no hay nada adelante. No te engañes, te quedaste solo. Sin mirar hacia abajo. Ojos en la pantalla. Que te ha dejado ver sus fotos por internet de la felicidad que se le viene encima. Que no se enrojezcan, que no digan nada. Ojos en la pantalla, bien abiertos, mira todas sus fotos. Que después de un año que le pediste que te acepte para ver sus fotos, te da la oportunidad de hacerlo ahora que ha puesto las fotos de su boda. Que nadie se dé cuenta que sí te choca. Alguien se acerca, reclínate en la silla, eso es, la sonrisa, no olvides la sonrisa de soltero empedernido. La sonrisa de pendejito de barrio. Bien, bien, nadie sabe lo que se te derrumba por dentro, como si todo se te apolillara instantáneamente. Que nadie sepa. Que aun pensabas en ella como en una posibilidad para la vida que todo el mundo te dice que te mereces por ser buena onda. Buena onda. Un imbécil chévere. Que nadie vea a través de ese caparazón que has sabido barnizar contra todo temporal. Pero esto sí que te ha lijado la superficie. No te lo esperabas. A dónde vas. Toma tu vuelto. Toma mierda. Tus planes cambian. Tu vida entera bajo el granizo. El granizo que no sabes dilucidar. El granizo que no deja que te sumes en un silencio. Un minuto de silencio. Ni a de vainas. Que el granizo sabe como insultarte donde más te duele. Donde nadie sabe.

Si te tuviera adelante te preguntaría si fue necesaria la crueldad sin banditas de primeros auxilios. Creo que no. Si te tuviera delante probablemente me reclinaría hacia atrás en mi asiento y te felicitaría sin que me tiemble la voz. Te daría la mano. Te miraría en los ojos y te diría, qué bien Vasty, hubieras invitado pues, jaja, hubieras invitado, esa torta se veía rica. Y los girasoles, que linda decoración. Los girasoles, piensa en los girasoles hombre ¿habrán sido los que le llevaste en su cumpleaños? No, imposible, eso fue una semana después de su boda. Todo es posible, sí hombre puede ser, quién quita que fuera un túnel como el de Sábato, pero incrustado en el tiempo, en el tiempo que depende del espacio y el espacio del movimiento. Sin números Leopoldo. Y el girasol de madera. Te acuerdas, sí, sí me acuerdo Leopoldo. En eso te has convertido, en un ser que recuerda lo que más te duele. No me cambies de tema, Vasty, ahora no. Porque de pronto me ha dado ganas de bañarme en esa misma lluvia que nos bañó gracias a tu inservible paraguas. Cuando salimos de la biblioteca. No quiero acordarme Leopoldo. Muy tarde, que cuando empiezo sabes que es difícil parar. Te acuerdas que me dijiste en el momento inminente de darnos ese único beso que tengo todavía en mi billetera. No me quiero acordar Leopoldo, tú ya no existes, entiende de una vez por todas. Tú eres un fantasma nada más Leopoldo. Me he entrenado mucho tiempo para convertirte en un espectro que a veces aparece como sacado de un libro lleno de polillas. Eso sí, Vasty, las polillas que tengo por dentro desde que vi tus fotos. Pero no hablemos de las polillas que van a terminar de devorarme cuando terminemos de hablar. Te acuerdas de Arjona y El Noticiero ¿ah? Esa fue una perfecta ocasión para entender lo irreparablemente románticos que somos, una canción que no tenía todo que ver con nada en ese momento. No sonrías Vasty, que después me confundo. Tú eres un cobarde Leopoldo, un cobarde y un mentiroso, te mereces todo el sufrimiento, te mereces recordarme siempre a solas, o acompañado, qué más da, ojalá sufras todo lo que yo sufrí a solas o acompañada, que para efectos es lo mismo, elevado a la n cuando tiende al infinito. Dijimos sin números Vasty.


Mi gato entra. Es un gato inmenso. Gris atigrado, un gato que siempre viaja conmigo a todos lados, que me mira como si quisiera hablar, pero se da cuenta que es gato y desiste. Y ahora no puedo dejar de sonreír en forma autista. ¿Por qué odias los gatos, Vasty? Ay yo no sé, Leopoldo, ese pájaro tuyo no me gusta. Que no es pájaro loquita linda. Bueno lo que sea. ¿Más teriyaki? Diablo, Vasty, jaja, ya estoy hablando como ustedes. Pero si ya te terminaste todo el sándwich, tú que sí comes flaca. Como un tigre, Leíto. Musho, musho, toda la comida china, las verduras, y agua, todo el día agua en tus botellitas, nunca te dije Vasty, pero me revienta que tomes tanta agua en tantas botellitas de plástico, en vez de comprar en bidón y no dañar el medio ambiente con tanto plástico. Y tú estás loco, Leopoldo, si yo reciclo. Aló, otra vez, jaja, no me vas a dejar trabajar, jaja, qué más da si yo puedo descargar camiones con una mano, Vasty, y tú puedes cuidar enfermos en el hospital con la otra, y los dos en el celular, le metemos una hora al teléfono, que sean dos, que te dejo un mensaje Leopoldo, te respondo, te escribo, claro, una fotito, jaja, estoy gordo, jaja, y tú eres tan flaca como modelo europea, en versión portátil, chiquita. Pero es la ropa, porque con tu bikini azul luces unas piernotas jaja. Leopoldo explícame que es pH, claro, yo te explico. Leopoldo, vamos a pasear a la ciudad de la mano, vamos, que todos nos ven raro, que nos miramos demasiado, tus ojos Vasty, cuando tus ojos son iluminados por el sol se tornan de un verde, un verde claro que trepa en la imaginación con pasitos suavecitos de gato, o pájaro, un verde que relaja y que te deja como más contento de verlo, no es verde mushasho, deja que sea Vasty, que es mi color favorito, ok, ok, sólo por esta vez será verde. Pero Leopoldo, no cambies de lugar, que eso de los ojos fue cuando me fuiste a recoger a la universidad y nos quedamos mirándonos los dos tanto tiempo, que no me dejaste hacer mi tarea, en esa sala grande donde un señor lustraba el piso. Tienes razón flaca, eso fue allí. Que nos tome una foto esa chica que está más sola que esquiadora en Jamaica. Que nos diga lo bien que nos vemos, bueno, juntos. Porque yo tengo la misma cara de idiota en las fotos. Pero a tu lado Vasty, no se me ve mal, jaja, tú sí que sales bien en las fotos, trompita. Un cactus, un mexicano machista que creía que Dios lo había escogido para doblegar a las mujeres, una camisa azul, un te quiero tembloroso, unos venados, una cena, un largo abrazo, una bata rosada o blanca, atrévete te te, tu cuarto, tu madre llamándonos para recoger a tus hermanos, Dios no está protegiendo para no pecar Leopoldo, jaja, jaja, Lyv y Saúl que ahora no tienen derecho a existir, qué locura, las mesas frías de un parque donde fuimos con la única misión de abrazarnos y respirar, y esperar, esperar que todo se nos derrumbe encima. Un libro de Gabo. Esperar que nos asfixie el otoño.

(Ayer he soñado contigo. Los dos estábamos desnudos y viajábamos en una cuatrimoto hacia Machu Picchu. No hacía frío, ni calor, ni nada. Sólo el viento que te volvía el pelo ondulado en liso y después se ondulaba con más viento. Y viajábamos y nos abrazábamos. Porque así es. Porque cuando te veo en sueños, me provoca abrazarte todo lo que me permitan los somníferos. Sólo abrazarte te lo prometo. Abrazarte.)

Me seco el sudor, otra vez. Y otra. El gato está a mi lado y ya no importa que sea el mismo que me sigue siempre a todo lado. Lo acaricio. Le hablo. Me responde. Ya no importa. Me dice, mira bien esa foto. Se están besando, le respondo al gato. Mira sus manos, están hacia abajo. Mueve los bigotes. Tienes razón pájaro, que no soy pájaro, soy gato. Tienes razón gato. Esas manos hacia abajo. El cuerpo no miente. O sí miente. Sí miente gato, todos nos vamos entrenando para mentir mejor. Para convertirnos en fantasmas sacados de un libro apolillado. En eso me ha convertido Vasty, gato. Cuando pasa a mi lado, me ignora, me odia, me recuerda, me odia, me quiere, no seas imbécil Leopoldo. Yo que soy gato, sé, ya no te quiere. Quizás nunca me quiso. Tampoco te pongas dramático.

No importa, yo espero gato, la quiero gato, nunca dejé de quererla. ¿Te crees Florentino Ariza? So pedazo de animal, y yo que soy animal sé que no es de animales hacer semejante cojudez. Yo espero, gato. Y vas a esperar hasta que todo esto se inunde y se quede ella canosa, vieja y arrugada y la lleves en tu barco hasta que te lleve la pelona. Sí gato. Eres un completo huevón Leopoldo, y mira que yo los tengo más grandes que tú. Sí gato, eso me dijo ella, que soy un cobarde. Deja de vivir tus ficciones Leopoldo que me da ganas de arañarte la cara de idiota que pones cada vez que sales en las fotos. Mira Leopoldo, yo sé que puedes combatir y esperar, agazapado en tu trinchera, que los matrimonios, hijos y vidas no te dan miedo para recuperar lo que perdiste por huevón, por cobarde, por no saber qué hacer con el granizo. Que has aprendido a esperar. Que sabes que todo va perdiendo brillo, con el tiempo, menos tú, tú te vuelves más constante, más ubicado en el horizonte, más testarudo, más prudente. La extrañas, la piensas, la relacionas a cada instante con todo lo que te rodea. Pero lo que no sabes es luchar a distancia. Eso no lo puedes hacer, nunca aprendiste. Sí, gato. Siempre perdiste a distancia, Leopoldo. Sí, gato. Pero ella se queda aquí gato. No, no Leopoldo, no se queda. Ella se va, lejos. He perdido todas mis batallas a la distancia gato. Todas. A estas alturas Leopoldo, ya has perdido todas tus batallas a distancia. Feliz cumpleaños Leopoldo, gracias gato, gracias. Mangú se fue a la guerra chivirín chivirín chin chin.