lunes, 30 de mayo de 2011

Cuando la paz llega





En 1996 V. S. Naipaul vendió un libro que le había dedicado Paul Theroux desde entonces se fue formando una enemistad que ha sido abrumadora y hostil. Theroux se atrevió a publicar una abusiva biografía sobre el premio nobel del 2001. Esta cadena de agresiones y diferencias terminaron con apretón de manos en el Festival Hay-On-Wye, un festival literario que se esta realizando en un pueblo de galés, al que también estan invitados Ian McEwan, Javier Cercas y Le Clézio.






Aquí va la nota en el País:






viernes, 27 de mayo de 2011

Carta de un peruano que no votará



(Esta carta es de Enrique Prochazca)

Está circulando por e-mail una carta solicitando firmas de escritores peruanos para un vigoroso texto que rechaza la votación por Keiko Fujimori. Ya lo ha firmado una notable variedad de escritores, empezando por el Nóbel e incluyendo a gentes de colores políticos muy diferentes. Me hace llegar el mail Gustavo Faverón, a quien aprecio mucho y a quien he felicitado repetidas veces por su defensa de los valores democráticos.

Como he dicho públicamente en diversos medios en línea, yo suscribo muchos de los conceptos que en ese manifiesto se expresan, incluso la mayoría. Pero no la firmaré, porque hay otros –pocos, pero fundamentales- con los que no estoy de acuerdo, y que tienen que ver principalmente con lo que percibo como un voluntario y urgente adormecimiento del escepticismo, dirigido a creer que el 5 de junio una cosa será preferible a otra.

“No se negocia con el crimen”, dice la carta de los escritores. En mi experiencia y en estas circunstancias, eso implicaría irse. En mi tozuda experiencia de no-coimeador, en Perú no negociar con el crimen es exonerarse de la PEA. Porque resulta irritante el rasgar de vestiduras de tanto ciudadano que grita “fuera los corruptos” bien desde el asiento de cuero de su Jaguar o desde la llanta quemada y el puente tomado. En mi cuenta, en Perú el otro nombre para la corrupción es Población Económicamente Activa.

Me exonero.

No como un hombre que salta de una torre de marfil nacional a otra más grata en el extranjero. No como un intelectual “comprometido”, cuando el compromiso es con el mimeógrafo, con el deporte de las luchas políticas universitarias, con las fantasmagorías de la forja de un mundo nuevo desde el panel de comentaristas con un dedo en la sien. No, yo no admito esta aberrante alternativa electoral porque creo, sinceramente, que durante los pasados cuarenta años, o poco menos, he hecho todo cuanto estaba en mi poder para evitarla, y que ha sido poco menos que inútil.

El rasgar de vestiduras pide que cada uno de nosotros reconozca que todos tenemos “la culpa”. O la responsabilidad, los más elaborados.

No, lo siento: yo –yo en particular- no tengo la culpa. Yo no excluí. Mi padre fue minero: de los que usan pico, no caballo, mucho menos un BMW. A los catorce años aprendí quechua (en la Alianza Francesa) con cariño, y verdadero entusiasmo, cuando Velasco la declaró lengua oficial. Yo no empobrecí a nadie. He trabajado con las manos y, espero, la mente en 22 de los departamentos del Perú. Yo no ignoré. He sido profesor de una escuela de ocho alumnos en la selva. Algo aprendieron. Menos que yo. Yo no exploté, al menos no más de lo que he sido explotado por el Estado -lo que considero un fair share. Durante meses corté leña para el fogón de la señora Julia a cambio de almuerzos. Yo no excluí. Durante veinte años caminé por las quebradas más solitarias, compartí agua, comida y abrigo de ida y de vuelta, construí un puente comunal a 4600 metros de altitud. No contaminé. Llevé mi bicicleta a la selva cuando me cansé de caminar 28 kilómetros a Rioja. Con mis hijos pequeños caminé alrededor de una isla del Titicaca recolectando muchas bolsas de basura para reciclar. Esas son mis “culpas”.

Y la responsabilidad ya la tuve, a niveles que los intelectuales y escritores peruanos (por lo que observo) aborrecen tener. Sacrifiqué muchísimo, a un alto costo profesional y personal, para llevar Internet y seguridad médica a los pueblos más alejados del Perú, a fines de los 90. He sido funcionario de estado durante doce, trece años, cuatro gobiernos: pasé por los regímenes de Fujimori, Paniagua, Toledo y García sin vacaciones, seguros, gratificaciones ni compensaciones, y más bien con amenazas continuas de despido que se convirtieron en lanzamientos intempestivos más de una vez. Hice eso tratando de servir al Estado peruano, y a su población más indefensa, mientras proveía para mi familia sin ninguna defensa y más bien con la burla posterior de quienes, desde las torres de marfil del civismo, sienten que alguna virtud debe de haber en el no aceptar encargos de gobierno, puesto que ellos mismos no los aceptan o no son elegibles para esos puestos. La responsabilidad ya la tuve, y la cumplí. Y aunque seré el primero en proclamar que pude haber hecho mucho más, sé también que hice bastante. No, yo no he incumplido mis responsabilidades como peruano de a pie. Ni como leñador, ni como constructor de puentes, ni como intelectual. Y no cargaré con la culpa, si es que tal cosa existe.

Ahora se me pide que elija entre dos fascismos. Que vote por mi fascista de confianza para visar su intento de gobernar el Perú, mi Perú. Respondo que no lo haré. Respondo que no admito ese dilema. Que no acepto ser secuestrado ni amenazado por el fascismo de ningún color o extremo con el fin de obtener mi validación política. Y no admito tampoco que se llame “viciar” al acto límpido de manifestar esa independencia de criterio. Porque en ese caso (de amputar, con mi cuchilla, los rostros encuadrados de los dos candidatos, cosa que ya hice en 2006) lo viciado no sería mi voto, sino la alternativa. Lo “viciado”, qué duda cabe, son estas elecciones que me piden elegir entre dos maneras de terminar.

No se vota por el mal. No me importa su talla.



Como intelectual, como papá de cuatro personas, vengo observando y comentando preocupadamente el devenir de esta crisis durante ya algunos años: cuando desde 1996 mi oficina en el Ministerio de Educación empezó a medir, de manera consistente y confiable, los resultados de los logros de aprendizaje en el país, y vimos que los jóvenes que en las pruebas PISA tienen 15 años y no entienden un carajo de lo que leen, tres años más tarde votan… como votan. Cuando los mismos intelectuales que reniegan por esos terribles resultados de aprendizaje aplauden eso que llaman la sabiduría del electorado. Cuando en 1997 un amigo sumamente perspicaz (Víctor Shiguiyama, hoy a cargo del plan de gobierno de Keiko) me hizo ver que tarde o temprano enfrentaríamos lo que llamó una crisis de gestión (“no habrá suficientes personas competentes en las demandas del siglo XXI como para liderar los cambios que el país demanda”. Ahí estamos, Víctor.) Cuando tras una década de tratar de que los agentes descentralizados preparen sus proyectos y ejecuten las obras y gasten como deben, la cosa esté peor que nunca (en 2001, en los pasillos del gobierno, se empezó a hablar de recentralización. No olviden esa palabra: la escucharán con frecuencia en el futuro). Cuando con Walter Twanama calculamos que a las tasas de recambio legal de maestros, dotar al sistema educativo de profesores competentes (¡en el caso de que pudiéramos encontrar alguno!) tomaría setenta y dos años. Cuando la Carrera Pública Magisterial ya rascó el fondo del barril de las capacidades magisteriales y las competencias del magisterio en su conjunto no han cambiado un ápice. Cuando, desde el Ministerio del Interior, pude comprobar la profundidad de la corrupción, no sólo en la Policía Nacional, sino en el gobierno, en el gabinete. Nadie me lo contó. Renuncié, otra vez sin CTS.

De modo que estaba bastante preparado para esto. Hace años que digo a un ministro tras otro que me pagan para trabajar, pero no para tener esperanza. Porque ningún país tendrá un futuro mejor que la educación que tiene ahora. Y por eso no veo que nuestro infortunio político vaya a cambiar; porque no veo dónde creen que está escondido el Hombre Nuevo que forjará un Perú Mejor. Forget it. No hay Hombre Nuevo. No está en el unidocente de PampaEntsa, y desde luego tampoco en la UPC.

No fue ni siquiera necesario mirar al futuro para perder la esperanza. Basta, en realidad, un poco de estadística. El caso es que nada cambia al ritmo suficiente como para aquietar los severos, y sin duda justísimos, reclamos por una mayor equidad en el sur andino y en todas las zonas desfavorecidas del campo y de nuestras ciudades. Al mismo tiempo, la corrupción es la inveterada manera de hacer las cosas -en todos lados. Porque es también corrupta la señora puneña que en este momento está pidiendo el cese de las concesiones mineras (y la ventana para la minería informal, el flujo del dinero del narcotráfico al contrabando, etc). No la veo pagando impuestos en los próximos años. Más bien la veo mal usando los que yo pagué.

De manera que –en mi opinión informada- la avalancha vendrá de todas maneras, deslizándose sobre nuestro bajo nivel educativo, acelerada por el descontento, pero sobre todo aceitada por Cuba a través de Chávez. No interesa si tal es o no el programa de Ollanta Humala. Cuba no le está pidiendo permiso. En realidad, poco importa si Ollanta (o Keiko, para el caso) rehúsan dárselo. La insurrección está en camino, y la única alternativa es combatirla: pero nadie está en capacidad política de hacerlo, nada digamos ya de habilidad estratégica o equipamiento táctico.

Así que con la primera vuelta no han ganado los ignorados nada que dure; pero, lamentablemente, parece que tampoco han perdido los ignorantes su ignorancia. Ignorancia cobarde en este caso.

Y así llegamos a los intelectuales peruanos y a sus importantes, pero quizá regresivas, tomas de posición. Es alarmante lo que estas elecciones nos han hecho. Con escasas excepciones, cada uno de los “intelectuales” peruanos anuncia y defiende que votará el 5 de junio como lo hubiera hecho si estuviera nuevamente en Estudios Generales. En una primorosa recapitulación, en un show de cómo la ontogenia reproduce la filogenia, quienes perdieron la hacienda con Velasco votarán por Keiko y su libérrimo hortelano; quienes fueron progres antes de la caída del Muro votarán todavía por Humala y sus calculadas restricciones a la libertad. Pienso que ahí –en el cariz político de la post-adolescencia- hay un predictor acertado; Steven Pinker afirma que esa inclinación a derecha o izquierda es genética. Le creo. En efecto, cada bando clama por un retorno a la naiveté: a la necesidad de tener fe. Que opino que es cosa tonta, poco educada por la realidad, y ciega. Porque ninguno de los programas en juego se cumplirá; en su lugar muy pronto se cumplirán sus lados oscuros, sus respectivos Mundos Bizarros. He escrito antes y repito que no gobernarán Keiko ni Humala, sino las opacas corporaciones que alientan tras ellos.

Y no, no cuento con las virtudes de la vigilancia ciudadana. Porque salir a las calles para vigilar la democracia sólo sucede, en el Perú, cuando el perezoso ochenta por ciento de la ciudadanía está parejamente harto de algo. Y ese no será el caso: un acabóse con Keiko hará que el país se digiera (e indigeste) a sí mismo, de dentro afuera, del campo a la ciudad. Cuba se asegurará de que así suceda. Mientras que un desmadre con Ollanta no convocará a salir a las calles a aquellos que ni siquiera tienen calles a dónde salir. Ya salieron a incendiar el Occidental Simbólico, a matar unos cuantos policías. Y entonces ¿del lado de quién se pondrá la civilidad liberal e ilustrada? ¿Del orden público y las libertades individuales, representados por el presidente Ollanta… y su Ejército? ¿O del lado de las barricadas en Cajamarca, Cusco, Puno, y sus ajusticiamientos de alcaldes y su defensa de todo lo neolítico? No, amigos. Nos espera la sangre. Se votó por ella en la primera vuelta.

Así las cosas, hallo que también yo puedo volver a la vistosa sabiduría de mis diecisiete años. Seré quien era entonces: No votaré.

In the deep

Una canción del soundtrack de esta buenísima película Crash.

Otro premio para Abril Rojo


La novela de Santiago Roncagliolo ha sido premiada con el Independent Foreign Fiction Prize, premio que se otorga a la mejor novela traducida publicada en el Reino Unido en el 2010.

Aquí va la nota de BBC:

http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2011/05/110527_ultnot_roncagliolo_abril_rojo_premio_rg.shtml

lunes, 23 de mayo de 2011

El ruido de las cosas al caer



¨El primero de los hipopótamos, un macho del color de las perlas negras y tonelada y media de peso, cayó muerto a mediados de 2009. Había escapado dos años atrás del antiguo zoológico de Pablo Escobar en el valle del Magdalena, y en ese tiempo de libertad había destruido cultivos, invadido abrevaderos, atemorizado a los pescadores y llegado a atacar los sementales de una hacienda ganadera. Los francotiradores que lo alcanzaron le dispararon un tiro a la cabeza y otro al corazón (con balas de calibre .375, pues la piel de un hipopótamo es gruesa); posaron con el cuerpo muerto, la gran mole oscura y rugosa, un meteorito recién caído; y allí, frente a las primeras cámaras y los curiosos, debajo de una ceiba que los protegía del sol violento, explicaron que el peso del animal no iba a permitirles transportarlo entero, y de inmediato comenzaron a descuartizarlo.¨

Juan Gabriel Vásquez, ganador del Premio Alfaguara con la novela El ruido de las cosas al caer. El título ya de por sí es sumamente atractivo, me hace recordar un haiku, (aunque no recuerdo el autor) en donde se hace mención sólo al golpe de una puerta que se cierra, al fondo de la casa. Cuando uno permanece en soledad, estos sonidos toman un protagonismo inevitable.

Este libro es sobre las cosas que caen, sobre las relaciones familiares marchitas, sobre Bogotá que se despedaza ante la violencia de los años 80, cuando el narcotráfico no daba escapatoria.

Antonio es un joven profesor universitario que conoce en un billar a Ricardo. Entablan una amistad extraña y al poco tiempo Ricardo es acribillado y muerto. Antonio cree que al entender la muerte de su fugaz amigo podrá entender también, al menos un poco, su propia historia. Una novela en donde uno no es culpable de sus actos sino sufre la vulnerabilidad constante que prodiga el caos de la vida.

sábado, 21 de mayo de 2011

Murakami al cine



- ¿Y podrás llegar a quererme con el tiempo?
- En el fondo, sabes, soy una persona optimista.

Tran Anh Hung ha llevado Tokio Blues al cine, esta fascinante novela de Haruki Murakami sobre la pérdida, el amor y la muerte a una edad temprana. El escritor japonés tiene una aceptación enorme en occidente y acaba de ser traducida la última novela, 1Q84.

A diferencia del libro, la adaptación en la pantalla de Tokio Blues empieza en el aeropuerto con la canción Norwegian Wood de los Beatles. Toru un estudiante universitario entre la década de los 60´s y 70's intenta una relación con la novia de su amigo que acaba de suicidarse y que además sufre de problemas mentales. La película no logra encerrar todo el mundo creado por Murakami en el libro; aspectos como la obsesión de Toru por la lectura y cómo esta explica su estado de ánimo es apenas tratada en la adaptación. Además el tema social y cultural por el que atraviesa Japón en aquellos años, que es tan bien explicada en el libro y que ayuda a entender mejor a los personajes, en la película apenas se puede lograr con imágenes de fondo.

Es visualmente atractiva, la fotografía es intensa y los personajes logrados, pero no logra profundizar la brutalidad que se logra en la novela.




(Algunos comentarios se pueden ver por Página 2)

viernes, 13 de mayo de 2011

Cartas a dios de Eric-Emmanuel Schmitt



Lo peculiar de esta película es que fue dirigida por el escritor. El protagonista es un niño que morirá de cáncer y entabla una amistad con la cocinera del sanatorio donde está internado. Ella le propone vivir cada día como si fueran diez años para que conozca las etapas de la vida. El niño escribe cada día una carta a dios.

La adaptación es muy fiel, aunque partes son muy efectistas y lo onírico está deletreado con imágenes, casi una historia de autoayuda con una fuerte carga religiosa.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Perú lee un libro al año



En Noruega se venden 15 millones de libros al año para una población de cinco millones. El 93% de noruegos leerá más de un libro al año y en promedio leen 16 libros en el mismo lapso. El gobierno de este país cuenta con la organización pública NORLA que se encarga de promocionar libros para sus connacionales así como de difundir traducciones e importaciones de ejemplares.

El escritor noruego Kjartan Flogstad, autor de El cuchillo en la garganta, sostiene que la mejor época de la literatura mundial cercana fue la del boom latinoamericano. Él piensa que la literatura de calidad proviene de los márgenes ya sean sociales o políticos.

Otro dato interesante es el de Islandia, que no sólo nos deja admirados con Bobby Fischer, Björk, Gudjohnse o Sigur Rós sino con que uno de cada diez islandeses publicará un libro a lo largo de su vida. Esto convierte a Islandia en la mayor generadora de escritores del mundo. La capital Reykjavik que cuenta con 100 000 habitantes aproximadamente generará 10 000 autores. Los islandeses leen 40 libros anualmente.

A nivel de América Latina y el Caribe, diversos estudios realizados entre 1998 y 1999y publicados en el año 2000, dan a conocer cuál es la situación de las habilidades lectoras de los estudiantes de educación básica en esta región del mundo. Dichas investigaciones alertan sobre el estado crítico en que se encuentran millones de estudiantes latinoamericanos y caribeños en materia de lectura. De 13 países que participaron en estas investigaciones se concluye que con excepción de Cuba país que cuenta con los porcentajes más altos de lectura en sus estudiantes de nivel básico, los 12 países restantes presentan bajos niveles generalizados de lectura entre sus estudiantes.

A este panorama desolador se suman también otros estudios que revelan que “En países como Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Brasil y Ecuador los índices de lectura en la población en general han disminuido drásticamente en los años recientes; en Colombia por ejemplo, de acuerdo a una reciente encuesta nacional, el 40% de los colombianos manifestaron que no leen libros por falta de hábitos, otro 22% externo que no lee por falta de tiempo y dinero para comprar libros. Venezuela por su parte reconoce que si se compararan los capacidades lectoras de sus estudiantes con sus similares de Finlandia o de los Estados Unidos, un 90% de los jóvenes venezolanos quedarían muy por debajo de las capacidades de lectura adquiridas por los Finlandeses y los Norteamericanos en la actualidad. http://www.rieoei.org/deloslectores/632Gutierrez.PDF

Brasil y México acaban de lanzar masivos y costosísimos proyectos para incentivar la lectura. Dichos esfuerzos intentan combatir un fenómeno común en una región sin mucho apego a los libros. En países como México y Perú se lee en promedio un libro por persona por año; en Argentina un poco más de uno y en Chile menos de un libro anual. Si bien se sabe que América Latina lee poco, las dudas pasan no sólo por la cantidad sino por la calidad del material leído.

Me imagino que después de leer estas reflexiones le echaremos la culpa al clima de nuestro poco hábito de lectura.



(Datos extraídos de UNESCO, Miami Herald y RTVE)

lunes, 9 de mayo de 2011

Carta de una mujer que votará por Keiko Fujimori



(A pedido de mi ¨némesis¨ púrpura V., para que no diga que este blog pertenece a La República)

"A veces, los economistas cuentan mejores historias que los novelistas. La que refiere Hernando de Soto en "El otro Sendero" es una de éstas. Una historia que, aunque basada en datos y experiencias de la realidad peruana, alumbra con luz nueva un aspecto de los países del tercer mundo al que tenaces estereotipos y prejuicios ideológicos mantienen generalmente soterrado...."

Mario Vargas Llosa. (La revolución silenciosa, "Contra viento y marea")

En este artícilo VLL. habla del sistema mercantilista "estado burocratizado y reglamentarista que antepone el principio de la redistribución al de la producción de la riqueza, entendiendo por redistribución la concesión de privilegios y monopolios a pequeñas élites privadas que dependen de él y de las que también es dependiente..." " un sistema de este cariz no solo es INMORAL. Es sobre todo, corruptor e ineficiente..." "...implica que la vida económica está viciada de raiz" "En semejante contexto, las que proliferan son las actividades no productivas, puramente parasitarias, y prueba de ello es esa elefantiásica burocracia estatal que, para justificar su existencia, establece, por ejemplo, que para inscribir un modesto taller un ciudadano tenga que lidiar durante diez meses con once reparticiones ministeriales y municipales y recurrir, por lo memos en dos ocasiones, para no quedarse empantanado, al soborno".

"La opción de los informales (la de los pobres) no es el refuerzo y la magnificación del estado sino su radical corte y disminución. No es el colectivismo (nacionalismo digo yo????) planificado y regimentado sin devolver al individuo, a la iniciativa y la empresa privadas, la responsabilidad de dirigir la batalla contra el atraso y la pobreza ¿quién lo hubiera dicho? esos humildes desamparados de las barriadas, esos enjambres de ambulantes, para quien ESCUCHA el mensaje profundo de sus actos concretos , no hablan de aquello que predican en su nombre tantos ideólogos tercermundistas( Taipe???) -la revolución, la estatización, el socialismo- sino de democracia genuina y auténtica libertad."

"Pero la revolución que este estudio analiza no tiene nada de utópico. Está en marcha, hecha realidad por un ejército de víctimas del sistema imperante que, al rebelarse contra éste en nombre del derecho al trabajo y A LA VIDA, descubrieron los beneficios de la libertad."



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¿Se trata realmente de elegir entre el dinero y la vida?
¿Podemos reducir a "dinero" todo lo que implica entregar el país a un plan de gobierno como el de Humala? ¿Es justo, es moral?

Considero una inmensa falta de compasión con "los vivos" y una gran traición "a los muertos, víctimas de ambos lados" votar por Humala. Considero que la situación límite actual implica una sobredosis de desprendimiento de nuestros notables, una posición creativa que debería implicar estar alertas e intervenir activamente en un contexto de gobierno de Keiko Fujimori cuyo plan de gobierno no es estatista-nacionalista. Esperaba más prudencia de nuestro escritor. Si De Soto y otras personalidades deciden apoyar y ser parte del gobierno de Keiko, ¿cambiará de opinión nuestro Nóbel? ¿Cambiarán de opinión muchos de los que votarán por Gana Perú? ¿O dirán que es parte de una conspiración fujimontesinista? ¿O dirán que estos señores son, por decir lo menos, cándidos?

Se exige un mea culpa a Keiko, lo ha hecho y lo seguirá haciendo, de hecho está moralmente obligada a hacerlo, pero ¿hemos hecho como sociedad un mea culpa? sobre todo los medios de comunicación, para muestra un botón: la Delta. La diabólica inteligencia de Montesinos con sus videos no hizo sino levantar delante de nuestras narices un gran espejo donde hemos visto el lado oscuro de nuestra sociedad. ¿Qué pretendemos ahora, que lo levante Chávez con sus petrodólares? ¿Acaso no es obvio que quien financia la onerosa campaña de Ollanta es Chávez y que luego pasará la factura como se la pasó Montesinos a Alberto Fujimori? El plan de este señor representa una seria amenaza contra América Latina, mucho más grave que la opción de un gobierno realmente fiscalizado y con una dirección económica clara. Porque no sería moral, no es moral, pedir que cambie el plan de gobierno a Humala en función de ganar más votos, él y los suyos están convencidos de su propuesta, ¿no estamos obligándolo a que mienta? Finalmente, con quién se sentirá más cómodo el tantas veces cuestionado ejército peruano ¿con el comandante o con la señora? Darle mi voto a Keiko no significa premiar al fujimorismo. Significa tomar las riendas de nuestro futuro, aprender de nuestros errores, no cometer uno para enmendar otro.

Hay un riesgo, es cierto, pero prefiero apostar por las buenas intenciones de Keiko, prefiero pensar que sabrá rodearse de profesionales capaces que continúen el modelo económico actual que, sin ser perfecto, está funcionando. Aún es muy lento, debería acelerarse con medidas audaces y creativas. Me da tanto gusto ver la cantidad de empresarios de origen andino que ahora existe en el Perú. Gente que no tiene modales ni mayor cultura (occidental) pero que invierte en la mejor educación para sus hijos. El futuro del país está en manos de estos niños. Pero no los jodamos, por Dios, enajenándolos en un sistema económico que no funciona y que, a la larga, los va a corromper. Y no lo digo yo, lo dice nuestro nóbel, Mario Vargas Llosa.

M.

sábado, 7 de mayo de 2011

Una cultura de la fugacidad (por Alonso Cueto)



Hace unas semanas, el New York Times hizo una lista de los objetos que están entrando en desuso y recomendó a sus lectores que, si les era posible, pensaran en ir reemplazándolos. Entre estos objetos condenados a la hoguera de las novedades tecnológicas figuraban, a corto plazo, el teléfono fijo, la computadora de escritorio y, a mediano plazo, los celulares. Incluso el informe se permitía afirmar que un sistema tan antediluviano como el correo electrónico tenía poco tiempo de vida. En el mundo de la laptop, el smart phone, el facebook, y el Ipad, estos sistemas son demasiado lentos y pesados para el deseo compulsivo de velocidad y de diversidad que nos gobierna. Estos nuevos objetos probablemente también serán considerados obsoletos dentro de pocos años, a favor de otros nuevos. Nuestra carrera hacia el presente es incansable y pocos o nadie puede decir que, al menos en parte, no la está corriendo.

Cuando uno compra un objeto tecnológico nuevo, compra la ilusión más importante de los tiempos modernos, la ilusión de la velocidad y de la ubicuidad. El objeto encierra la promesa de que va a abarcar más espacios y tiempos, de que gracias a él, uno puede ser más veloz y que va a estar conectado con más personas en más lugares. Cada objeto que contribuya a anular más tiempos y distancias, es decir que ofrezca una versión más sintetizada del mundo, va a prevalecer. En un mundo marcado por la velocidad solo los objetos portátiles, que se adosan al cuerpo, que se convierten en parte del cuerpo, tienen derecho a existir. Estos son los objetos que se cuelgan de nuestros cuerpos como un apéndice y se convierten en cierto sentido en nuestros sirvientes y en nuestros amos. Ya se anuncian dispositivos que se conectarán a nuestro sistema nervioso y que permitirán acceder directamente, cuando lo querramos, a una pantalla a través de nuestros ojos. Será entonces cuando llegue la era en la que no usemos de las máquinas sino que todos nosotros nos hayamos convertido en unas máquinas.



Comunicarse a la distancia, traspasar los tiempos y los espacios, siempre ha sido una obsesión en los seres humanos. El primer objeto que se inventó para cumplir con este objetivo fue sin duda el libro. Cuando alguien publicaba un poema o un tratado de historia en el mundo antiguo, estaba intentando llegar a lectores que no conocía, es decir buscaba trascender su entorno, su tiempo y espacio, y proyectar sus palabras.

Un artículo reciente de Gabriel Zaid, “Los demasiados libros” nos ilustra sobre la actualidad de los libros. Hoy en el mundo, dice Zaid, se publica un libro cada treinta segundos. Si uno pudiera leer un libro diario, estaría dejando de leer cuatro mil publicados el mismo día. Se publican libros sobre nuestra especialidad que ignoramos y que obviamente siempre ignoraremos. Según dice Zaid, por este motivo, cada día somos más incultos. Sin embargo, habría que agregar que gracias a las facilidades técnicas de publicación, se publica y se desecha más que nunca. La enorme mayoría de los libros no duran sino unos días en las librerías, desde donde van al matadero de unas trituradoras que los desaparecen para siempre, cuando no son rescatados por alguna biblioteca compasiva. Pero una enorme cantidad de libros simplemente desaparece de la faz de la tierra, en los piadosos basureros o en el fondo de algún anaquel.

Los libros, que en alguna época de la historia fueron considerados sagrados, la fuente del conocimiento y de la sabiduría, la verdad sobre la vida, por las antiguas religiones, han sido reemplazados por lo tanto por una avalancha de libros personales, en un mundo de la abundancia. Zaid cita a Karl Popper y su volumen “Los libros y el milagro de la democracia”. Para Popper la cultura occidental nace con la aparición del mercado del libro en Atenas, en el siglo V antes de Cristo. Desde entonces y sobre todo con la llegada de la imprenta diez siglos después, el libro comercial se expande y se multiplica. Los libros empiezan a superponerse, y a olvidarse. La invención del libro del bolsillo, un invento que los ingleses popularizaron en el siglo XX, fue un nuevo hito en el proceso de la gran proliferación. Desde hace algunas décadas, se publican libros sobre cualquier tema, en cualquier lenguaje, casi por cualquier autor. El concepto del libro como una fuente del conocimiento de la Antigüedad había desaparecido para siempre. Zaid cita a Samuel Johnson quien dice que “para convencerse de la vanidad de las esperanzas humanas, no hay un lugar más impresionante que una biblioteca pública.”

Aunque desde hace mucho se anuncia la muerte del libro, hoy hay más libros, y quizá también más lectores que nunca. En Estados Unidos, la televisión llegó en 1960, al 88% de los hogares. Muchos anunciaron entonces que la televisión iba a eliminar el consumo de libros. Sin embargo el número de títulos de ese año, recuerda Zaid, se duplicó, de siete mil a quince mil. Desde entonces el número de libros publicados fue creciendo. Esto no es casual. En el primer siglo después de la invención de la imprenta se publicaron 35,000 ediciones. En el último medio siglo se calcula que se han publicado 36 millones. Ni el cine ni la televisión, por lo tanto, han acabado con el libro.



¿Qué podíamos hacer con tantos libros? Hace pocos años, las bibliotecas de las universidades norteamericanas empezaron a destinar cantidades de presupuesto a construir nuevos pabellones para sus bibliotecas, y luego ante la avalancha de nuevas ediciones, empezaron a destruir sus periódicos y revistas, después de microfilmarlas, por falta de espacio. He conocido amigos que, obligados por sus coléricas esposas, empezaron a alquilar apartamentos solo para poner allí sus libros. Otros los han llevado a casas de sus comprensivas madres. He conocido gente que tenía bibliotecas en Lima, Estados Unidos y Europa. He entrado en algunas de esas bibliotecas donde apenas uno ponía pie, las torres y torreones de libros en el piso, empezaban a temblar y a veces se caían provocando un estrépito de efectos sísmicos en el edificio. Llegó un momento hace algunos años, en el que no podíamos seguir acumulando libros físicos. Era inevitable, pues, que ante la proliferación llegara la síntesis.

Y esa síntesis tomó la forma de una caja rectangular, con diferentes nombres comerciales. Uno de ellos es el Amazon Kindle. El Amazon Kindle es todos los libros en uno, una cueva de tesoros que se abre al golpe de los números de una tarjeta de crédito, una lámpara de Aladino del sultán bibliómano. En cierto modo, el Amazon Kindle es un retorno al ideal del libro sagrado de los orígenes pues nos ofrece la idea de que es un resumen de todos los libros que se han escrito. Recuerdo bien el primer día que vi uno, hace uno o dos años, en una tienda de Miraflores, encerrado en una especie de urna, iluminado por dos reflectores. Todos sabemos que cuando uno compra un Kindle, ya adquiere cientos o miles de libros clásicos. Luego, basta apretar un botón para recibir una novedad en cuestión de segundos. Hace poco alguien me dijo que el Amazon Kindle recuerda el libro de la Arena de Borges donde las páginas pasan infinitamente, una tras otra, sin fin.

Esa lámpara de Aladino de los lectores, esa cajita mágica, libera a las palabras de su asiento físico y las hace flotar en el mundo virtual, siempre a nuestro alcance. Hace poco un amigo me dijo que estaba en una playa del sur de Lima hablando con alguien que le recomendó una publicación que acababa de aparecer en Londres. Mi amigo no hizo más que sacar su Kindle de la mochila, apretar los botones necesarios y en segundos tenía el libro delante de él, para leerlo mientras tomaba el sol. No es de extrañar por eso que la venta de los libros electrónicos haya aumentado en un 116% en los Estados Unidos, aunque aun representa menos del diez por ciento de las ventas anuales. Sin embargo, es probable que esta cifra vaya aumentando. En España, según datos de Enero del 2010, la mitad de la población de 14 años lee en formato digital. Es probable que en los próximos años veamos cada vez más Ebooks, aunque algunos románticos seguiremos comprando algunos libros que identificamos como objetos únicos y no como masas de letras compartidas.

Pero el Amazon Kindle no es acaso el verdadero libro sagrado de hoy. El libro sagrado de hoy, si cabe la expresión, no es el libro que escribe un autor y lee un lector. Es un libro en el que el autor y el lector son intercambiables y que está hecho para ser celebrado y olvidado. Todos escriben y todos leen y al mismo tiempo todos olvidan lo que acaban de escribir y de leer. Su tema no es una historia de ficción sino la historia menuda de cada uno y sus frases son las frases de la abreviación y el dibujo. Ustedes adivinarán que me estoy refiriendo al libro de los rostros, el facebook, donde podemos ver la cara de nuestros interlocutores aunque lo que veamos realmente también sea su representación. El facebook es el libro de la vida cotidiana, de la vida descartable, un diario compartido, un espejo múltiple que se refracta en muchas direcciones. En esa masa, los usuarios procuran sentirse parte de algo y forman clubes y grupos. El facebook crea grupos de seguidores en torno a cualquier cosa, personaje o idea, un cantante, un político, una mascota, un amigo. Hay clubes de amantes de un club de segunda división en Eslovenia, o del unicornio verde en Zaire. Todo cabe en sus espacios sin espacio y en sus tiempos sin tiempo. Su verdad compartida es la de la vida cotidiana, lo que sus usuarios hicieron esa mañana, a qué concierto de rock planean ir y qué parejas se han unido esa semana. Es la cofradía de la vida cotidiana y es considerada una falta no estar integrado a ella. Mientras que las estadísticas muestran que cada vez se usa menos ese aparato antiguo llamado el teléfono, cada vez se usa más el facebook. Pero el facebook no solo congrega y agrupa sino que también dispersa y se extiende. Busca agresivamente a sus nuevos usuarios, manda mensajes y correos diciéndonos que hace tiempo que no estamos en sus filas. Nos pregunta por qué no hemos entrado en su tribu y lo hace con la insistencia helada de las máquinas programadas.

A diferencia de otros libros, el facebook se compone de fragmentos individuales que se hacen trizas apenas se leen. Es un libro constelación que se construye para ser destruido de inmediato. Es intenso y a la vez fugaz, centrífugo y centrípeto, y por eso mismo perecedero y descartable pero siempre renovable. La emoción con la que los usuarios entran al facebook todos los días se diluye por las noches y renace al día siguiente cuando han olvidado casi todo lo que dijeron. El twitter es una versión más abreviada, más extrema del facebook pero es esencialmente el mismo principio: un libro colectivo hecho de luces fugaces y olvidos masivos.

Creo que la lección esencial que extraemos de la cultura del facebook es que revela una cultura que vive bajo el imperio del presente. Ni la carga del pasado ni la responsabilidad del futuro que son tiempos densos pueden interrumpir el contacto fugaz del facebook. El facebook es una droga que nos ofrece el presente como un refugio para olvidarnos de todos los otros tiempos. El presente ofrece el paraíso de lo fugaz. Esta es la esencia del facebook y del culto moderno.



Hace solo veinticinco o veintiséis años, algunos de nosotros aún escribíamos en las prehistóricas máquinas, en un tiempo en el que los celulares y las computadoras parecían objetos de ciencia ficción. Para repasar la velocidad y la fugacidad de nuestros tiempos, basta recordar un aparato tan antiguo, (tiene ya treinta años), como el fax, que se populariza en los años ochenta. El fax que era una gran novedad pronto se convirtió en un objeto antediluviano, con la llegada del correo electrónico. Hoy el correo electrónico es casi también obsoleto. Estamos en un tiempo de aparatos y sistemas cada vez más mejor preparados para sustituir la realidad. En este mundo en el que se ha perdido la caligrafía, estamos unificados por las letras y las sílabas de las cavernas tecnológicas.

La realidad, ese gran referente, el inicio de todas las reflexiones desde la Antiguedad, parece ser un estorbo en nuestros tiempos. Nuestro gran objetivo parece el de anular la realidad para crear otra, una realidad virtual, en un sistema definido por la velocidad sin tiempo y sin espacio. Estos sistemas crean una nueva realidad. Baste saber, como ejemplo, que varios informes han señalado que un usuario normal de facebook no conoce a la mitad de su grupo de amigos. Sin embargo, la ilusión del grupo se construye.

Hoy el facebook tiene en el mundo seiscientos millones de usuarios cuando hay solo cuatrocientos millones de usuarios de computadoras y doscientos millones de teléfonos celulares.

Esta sociedad de adictos ha creado a adictos también a la basura de estos medios que nos acosan. Muchas personas nos dicen que no tienen tiempo para hacer nada, pero sí lo tienen para leer varias versiones de un escándalo mediático en sus aparatos o de navegar buscando chateos. Sin embargo, no me sorprende que en la era digital, todos se quejen de que no tienen tiempo. Los aparatos son por definición secuestradores del tiempo y del espacio. Hace poco el gran editor alemán Michael Kruger dijo que lo único que las máquinas quieren es que lo hagamos todo rápido. Como a Proust no lo podemos leer en dos días, las máquinas se molestan, acumulan mensajes no leídos, nos mandan recordatorios, nos piden que las usemos. Lo que quiere la cultura de la fugacidad es que a Proust lo leamos en un día, para pasar a otra cosa.

Una de las notas más constantes de la cultura de los medios de comunicación es la pérdida de la privacidad. Si George Orwell adivinó en su novela “1984”, que el gran hermano iba a estar vigilándonos en nuestras casas, ha ocurrido todo lo contrario. Ahora los ciudadanos se vigilan unos a otros, todos son los grandes hermanos del otro. Nada es privado. Las estrellas de cine venden los derechos de transmisión de sus bodas, de sus partos y a veces de sus peleas. Ni siquiera las actividades clandestinas –digamos, un robo-, son privados. Hace poco la actriz Lindsay Lohan fue captada por una grabadora robándose objetos en una tienda por valor de dos mil dólares. La tienda luego vendió el video del robo a treinta y cinco mil. Jennifer Lopez vendió en cientos de miles de dólares las fotos del nacimiento de sus mellizos y pronto estaremos viendo en videos exclusivos de partos, y quizá copulaciones y agonías (alguna estrella podría vender sus últimos segundos en esta tierra, de preferencia con sus últimas palabras, para dejarle un sencillo a sus descendientes).
Pero una de las señales más distintivas de esta cultura de la fugacidad es la creación de un nuevo lenguaje. La exhibición de la intimidad es paralela a la exhibición del lenguaje subjetivo.



Un nuevo idioma escrito recorre el mundo, el idioma del facebook y el twitter. Este lenguaje escrito es intensamente subjetivo e imita el lenguaje oral. Lo más común es encontrar allí textos del tipo “toy en la pelu” y “no enkntro mi llave”, frases escritas desde el dormitorio, el baño o el aburrimiento. Uno de los más comunes es “X” y “Q” que significa como ustedes bien saben “por qué”.

El lenguaje se ha hecho más corto y más rápido, en la cultura de la velocidad a la que me referí al comienzo. Los usuarios escriben como hablan. La velocidad oral ha reemplazado a la lentitud de lo escrito. Si antes se escribía “No voy a poder ir a tu casa esta noche porque tengo que acompañar a mi madre”, el lenguaje del twitter ha traducido esa frase como “Ta q no puedo weon tengo q tar en mi jato para ayuar mi vieja con unas waas.” En este caso, la expresión “waas” reemplaza a la tradicional “huevadas”, que parece ser demasiado compleja para el lenguaje del facebook. En este lenguaje, un saludo como “hola” se ha convertido en “habla, uón”, y “chévere” se convierte en “chere”.

Uno puede chatear con varias personas al mismo tiempo así que lo que cuenta es la pulsión del seguir tecleando para atender a muchos. Para eso necesitamos un lenguaje corto y rápido. En este lenguaje no hay adjetivos, ni adverbios ni casi preposiciones o artículos. Esta pobreza del lenguaje es el resultado de un proceso que había sido ya anticipado por le lenguaje de los noticieros televisivos donde el vocabulario que se usa no supera las cien o doscientas palabras.

¿Qué significa todo esto? Que el lenguaje comprimido nos ofrece un mundo comprimido. El mundo se ha estrechado entre estos sonidos. Es, pues, también ligero, rápido, fugaz, descartable.

Este podría ser un ejemplo de lo que el ensayista Jean Baudrillard ha llamado el “santuario de la banalidad” de la cultura de la computadora. Según Baudrillard, si antes el espejo nos devolvía nuestra identidad, hoy la pantalla de la computadora la dispersa. Baudrillard piensa que estamos en una sociedad de la proliferación, que crece en una forma de metástasis, como el cáncer, sin que podamos controlar su crecimiento. La cultura virtual es la que ha creado este crecimiento desenfrenado, donde lo que cuenta no es la realidad sino la hiperrrealidad que marca el universo virtual. Vivimos en una sociedad proliferante que ha inventado un idioma de palabras y fragmentos mínimos que estallan para comunicarse de un modo tan masivo como rápido y fugaz. Es la vida subjetiva, la vida cotidiana, en el santuario disperso de todas las identidades, en el lenguaje común.

Este lenguaje tiene algunos nombres. Uno de ellos es el amix. El lenguaje de los amix es un lenguaje hiperreal que representa y sustituye al lenguaje, así como las imágenes virtuales sustituyen a las reales. En este lenguaje la contracción, la abreviación, son mandamientos. Las siglas son esenciales. No hay que olvidar además que los requisitos de este lenguaje en las redes sociales también tienen efectos políticos. Una de las razones de la popularidad de un candidato peruano a la presidencia en estas redes ha sido que sus siglas quedaban bien, formaban un dactílico, y parecían haber sido hechas para el lenguaje del facebook. Ya ustedes sabrán a quién me refiero.



Todo lo que he dicho hasta ahora puede parecer demasiado sombrío. Tenemos que reconocer sin embargo que a veces encontramos una frescura y una sinceridad que puede resultar seductora en el lenguaje del twitter y del facebook.

Es obvio por otro lado que la tecnología del internet, por llamarlo en un sentido amplio, nos trae innumerables ventajas, entre ellas precisamente la de la velocidad. No hubiera podido escribir este texto sin la información que tenía a la mano gracias a internet, por ejemplo. Debo reconocer también que desde que le sugerí al doctor Makowski el tema de este discurso, yo mismo, tratando de preparar esta conferencia, he hecho algo que nunca había pensado hacer. He abierto una cuenta en facebook, donde he encontrado muchos mensajes que me habían dirigido sin yo saberlo. Solo espero poder algún día salir de allí, para volver al mundo.

Para terminar, creo que es obvio que la cultura de la velocidad, de la fugacidad, la carrera hacia el presente, seguirá su curso pero que siempre quedarán, como siempre, un puñado de individuos que intentarán leer libros atendiendo a la belleza y a la profundidad del lenguaje, ya sea en libros digitales o físicos. Un informe del diario El Pais llamado “Pienso, luego tuiteo” aparecido el fin de semana pasado nos dice que se ha creado en el Twitter una pasión por el aforismo. Hay por ejemplo un grupo de cultores del doctor Johnson, por ejemplo, que tiene treinta mil de seguidores. Una enorme cantidad de nuevos creadores de aforismos aparecen en el Twitter y se crean concursos de ellos. El escritor mexicano Juan Villoro ha creado su propio blog de aforismos y de pronto ha tenido once mil seguidores. En esta cultura de la brevedad los escritores de frases y sentencias se han visto favorecidos. He leído un artículo en el que se señala a Montaigne como un precursor del Twitter. El aforismo es quizá el nuevo género literario del facebook y el twitter. Todo esto también me recuerda lo que me dijo un alumno de la Facultad hace poco. Ya hoy nadie lee una novela de cuatrocientas páginas.

Por último hay que recordar también que la jerga es un invento tan antiguo como el idioma y que muchas obras maestras no lo serían sin la contribución de la jerga. Quizá esta jerga cibernética tenga un futuro literario. Bastaría recordar dos grandes novelas del siglo veinte, Viaje al fin de la noche y El Cazador en el Centeno, para reconocer los aportes de la jerga al lenguaje literario. Me pregunto si acaso existen hoy entre los jóvenes del facebook algún sucedáneo de Céline o de Salinger que escriban novelas introduciendo este nuevo lenguaje, y espero que así sea. No me imagino pasajes de Cien Años de Soledad o de Pedro Páramo en el lenguaje del facebook. No me imagino leer por ejemplo el comienzo de Pedro Páramo en el lenguaje del twitter: “Ta k vine a Com uscando a mi viejo, un tal PP.” Y sin embargo, a lo mejor es posible. Solo creo que quien escribiera esa novela tendría que ser alguien que ha crecido y siente como natural ese idioma. Estoy seguro que para los escritores de mi generación, sería imposible escribir en este lenguaje.

Lo digo porque pertenezco a una generación de dinosaurios, que pensamos que el sujeto, el predicado y los complementos son partes de la oración, que escribir no es una actividad hecha para el presente y que hay una cierta belleza en la ortografía diversa y en el sonido y aspecto de cada letra y también de las preposiciones, adjetivos y adverbios. Quizá somos una especie en extinción. En el futuro es posible que nos reunamos en las cavernas para leer y comentar con otros catecúmenos lo que hemos leído. Nos llegarán noticias de cómo en el mundo de afuera se hacen transacciones comerciales en el lenguaje del facebook lo mismo que clases, y matrimonios y discursos de líderes mundiales, en ese lenguaje. Las personas que nos saludemos con frases tales como “cómo has estado” o “buenos días”, seremos figuras anacrónicas. Sin embargo, allí, escondidos en algunos lugares remotos, quizá en alguna caverna, muchos de nosotros nos juntaremos y seguiremos leyendo y conversando en frases enteras, acompañados de algunos libros, quizá incluso de algún Amazon Kindle. Leeremos por placer. Podremos comentar sobre los libros que estamos leyendo con otros amigos. Seguiremos leyendo y hablando y escribiendo. Por usar una experiencia algo anacrónica, será una experiencia “chévere”.

jueves, 5 de mayo de 2011

Marca Perú

Aquí no hay filosofía etnocacerista. Solo gente pasando un buen rato. Creo, espero. Ojalá.