sábado, 11 de octubre de 2008

César


César me ha pedido hace dos meses que hoy lo acompañe a su juramentación para convertirse en ciudadano americano.


No sé por qué le dicen americanos a los estadounidenses. Una vez le inquirí a uno: I am Peruvian, ok? So you are Unitedstatian? Creo que contaba con total respaldo de la lógica. Con su perfecto y envidiable inglés me respondió, yo soy americano. ¿Y yo que soy? Le inquirí con la seguridad que no sabía dónde quedaba Perú, y listo para darle una nutrida clase de geografía, me respondió casi instantáneamente, you are all mexican. Nos reímos porque mi falta destreza chicharachera en inglés me impidió hacerle frente, no supe que contestarle. Mantenemos una cordial relación en base a chistes racistas que a mí no me molestan y a él tampoco cuando hago referencia a su ascendencia alemana. Y sí pues, no hay palabra en inglés que traducida sea estadounidense. Los ingleses nunca se imaginaron que podrían llegar a haberlos.


Mi despertador suena y calculo cuánto en realidad vale la amistad con César. Me levanto. Es demasiado temprano para cualquier cosa. Mi insomnio que me aniquila con una algarabía casi ortodoxa me abandona justo ahora que ya tengo que esperar por César que me recogerá en su convertible. Recuerdo que ya no tengo más Alprazolam. Y que tampoco iré al doctor para pedir receta. Si estuviera en el Perú sería diferente, la bocina tan cubana y estruendosa me corta la melancolía en un chín. César está con una camisa blanca, con un pantalón de mezclilla y con unos zapatos de cocodrilo que me parecen detestables pero que siempre usa en ocasiones especiales. Subo al carro sin decir nada y quedo dormido a medias haciendo un mapa imaginario de las calles por las cuales creo que pasamos. Odio ir al centro de la ciudad. No hay nada mejor que estar en nuestra pequeña islita de Key Biscayne donde nunca pasa nada y uno puede ver el mar atrás y adelante dándote la sensación constante de ser parte de un naufragio. Toma toda la 913 hasta llegar a la 95 luego la salida 2A hasta la avenida S Miami, dobla a la izquierda, después a la izquierda otra vez en la calle SW 1st, en esta, en esta cabrón, ya te pasaste, gira a la izquierda en la siguiente, ahora a la izquierda, aquí estamos en la avenida SW 1st, sí, sí huevón una es calle y la otra avenida, estos gringos no se les ocurre nada mejor que poner nombres repetidos.


Por supuesto no hay estacionamiento en ninguna parte y tenemos que dejar el carro a unas 8 odiseicas cuadras. A nuestra edad y poca capacidad pulmonar por la bohemia vida que nos vimos obligados a vivir, es toda una travesía surcar esas iluminadas calles por el sol que se avecina como comercial de D´onofrio con sus rayos que ya se van sintiendo como flechas a través de nuestros decaídos cuerpos. Llegamos y yo me siento Atlas. El edificio de 15 pisos parece una enorme estructura de nichos. Pienso en el cementerio de Chaclacayo y me preocupa la idea de que cuando muera no haya un espacio para mí.


Me pregunto para qué Estados Unidos querría un ciudadano como César que lo único que sabe hacer bien es presumir de sus erecciones y de lo exitoso que es con las mujeres. Al entrar a la sala de espera, después de una rigurosa búsqueda por armas de destrucción masiva en nuestro bolso de cuero bamba, me doy cuenta que hay mucha gente que quiere ser estadounidense. Entra, está nervioso, le digo que se calme que si no pasa el examen escrito es porque no merece ser gringo, y me río, no le causa gracia, porque desde que vi las preguntas me burlaba que estudiase con tanta entrega diciéndole que hasta un dirigente del SUTEP podría salir airoso de tal prueba. Firma su nombre y nos sentamos. Yo leo al viejito Cisneros que me parece entretenidísimo. Debe ser porque también a mis cuarenta y tantos me considero una momia. Y cuando sea viejito quiero ser como él y montar bicicleta por toda la Costa Verde y tener los amigos que él tiene.

La sala de espera está correctamente alfombrada, un televisor en mute parece más de adorno que informativo, CNN con las noticias del pequeño accidente que tuvo el presidente Obama al salir de cacería con sus amigos blancos como él, en fondo mímico. Las personas esperan ansiosas, acompañadas de sus familiares, o abogados, o amantes, un grupo de mexicanos están todos bien vestidos esperando que el papá sea ciudadano, listos para celebrar como si se hubieran sacado La Tinka. El primero en la familia dirán orgullosos, él nos salvará de ser ene enes. Entran dos hindúes, son esposos, él me pide un lapicero, también está nervioso, le miento y le digo que no tengo. Porque quiero subrayar a Cisneros. Después me doy cuenta que de pura vergüenza no sacaré el lapicero para que no se dé cuenta que le mentí y me arrepiento de no habérselo prestado, luego de observar cómo ha sufrido por conseguir uno con formas de mendigo en su peculiar acento para hablar inglés. Hay una rubia que espero que sea holandesa para que sea perfecta en mi fantasía erótica que no deja de hablar por teléfono en un idioma que no logro descifrar. César me dice que es danés. Por supuesto la mayoría son cubanos, con el tiempo he aprendido a quererlos a pesar que el principio no soportaba su hablar angurriento y estrepitoso. Anippe Funsani, door 2, dice una voz electrónica parecidas a las de los aeropuertos. Boleslawa Chrzciciel, door 1, un polaco de 2 metros con barbas rojas y sombrero se apoya en su bastón y va hacia la puerta equivocada. Phanindra Chandrashekhar, es el hindú sin lapicero a punto de un derrame cerebral por su nerviosismo desmedido, door 1. César Rodriguez, door 2, que poco llamativo es tu nombre viejo huevón le digo. No me responde y se para con la solemnidad de estar yendo a un fusilamiento. Tranquilo, le digo.

Pasa una hora. Sale enojado, pero disimulándolo con una sonrisita de turista japonés. Asumo que lo jalaron en el examen. En el ascensor me dice, hijos de la mala madre, que se metan su ciudadanía por el culo que no les voy a pagar más de lo que ya les he pagado a esos hijos de puta toda mi vida. César paga más de 500 dólares a la semana en impuestos. Yo lo sé porque trabaja para mí. El Estado le dijo hace un mes que le debía 7000 dólares por un préstamo que sacó de su jubilación para comprar el convertible. Que si no lo paga, no será ciudadano y no podrá votar por el hispano que se está lanzando como candidato. César no ha tenido esa cantidad de dinero para devolver. Había pasado el examen perfectamente. Hablaba mejor inglés que el que le hizo la entrevista. Pero le debe al Estado 7000 dólares y eso no se lo perdonan ni al Papa.

No jodas y vamos a desayunar le digo. Él con sus ojos encendidos y más azules que nunca me dice que me dejará en mi casa. El trayecto es silencioso y termino de leer a Cisneros.

Hace unos minutos me ha llamado. Dímelo muchacho lo remedo hablando como cubano sabiendo que es él. ¿Puedes? Me pregunta. Tú qué crees le respondo. Ya te hice el depósito hace una hora viejo cabrón. César va a ser un buen Unitedstatian.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Porque nos someteremos a esa humillación?, no tenemos podemos conseguir ser felices, aunque la felicidad completa talvez no exista, pero aunque sea esa que deseamos tener en el lugar donde nacemos?
Tan jodidos estamos?

Antonio Quispe dijo...

Por un momento pensé que estaba leyendo en etiqueta negra la sección de "en contra", jeje. En fin, ten por seguro que la próxima vez que vea a un estadounidense ese va a ser un tema que nos va a hacer la tarde muy amena. Thanks man. Por cierto no está demás que edites tu artículo y lo mandes a selecciones por ejemplo. Quien sabe hasta te ganes un sencillo. Un abrazo

Anónimo dijo...

Alguien dijo una vez que la patria te identifica, en vista de ello, tendría sentido que elijas aquél país que va de acuerdo a tu estilo. Por otro lado, el nacionalismo trata de mantener a sus tributadores dentro de las fronteras para poder atribularlos con leyes, impuestos y demás. Si vale la pena renegar de tus principios para poder conseguir una nacionalidad? Tantas veces lo hacemos!!

verdemundo dijo...

Este anónimo se metió unos tragos. Dr. Quispe, tú me has adoptado en tu family de vez en cuando, recuerdo los partidos de basket borrachísimos, jaja, siempre la pasamos bien brother.
Chuy, ya pe, tu y yo nos parecemos tanto que nos da verguenza, jaja, me da gusto siempre entender tus chistes y tú los míos.