domingo, 17 de enero de 2010
Paul Auster, Invisible.
Sinfonía nº 1 de la edad, la culpa, la memoria (inventada) y el tempus fugit hacia la vejez, Invisible. Primer movimiento (primera parte): allegro-trio, Primavera, narración en primera persona, género "novela" (erótica, social o policiaca, elija el lector, pero "novela novelesca" en todo caso). Un arranque sofisticado introduce al triángulo protagonista con ecos perversos de Nabokov y su baile de pasión y de intelecto en Risa en la oscuridad: el excéntrico y colérico Rudolf Born, todavía con su fingida identidad de francés profesor de política en Nueva York (será luego asesino y espía), su amante, la taciturna ninfómana Margot Jouffroy, y el joven norteamericano Adam Walker, poeta, traductor, aventurero y estudiante de Columbia como Auster, que ejerce de narrador y de protagonista de este bildungsroman. Géneros travestidos: fiesta cool al inicio, asesinato al final. Segundo movimiento (segunda parte): scherzo, Verano, narración en segunda persona, género "poesía". Toma las riendas de la narración el escritor de fama mundial James Freeman, que convierte el relato leído hasta ese momento en el "manuscrito hallado" de la autobiografía de su antiguo classmate Walker, quien, casi cuarenta años después de su último encuentro y ahora muy enfermo y bloqueado en la redacción del relato, le envía el borrador a su casa de Brooklyn pidiéndole que ejerza de editor, advirtiéndole con austeriana ambigüedad "que no es una obra de ficción" y, con austeriana complicidad, Freeman le confiesa al lector que "de no haber sabido que era una historia real, me habría zambullido en ella y habría tomado aquellas sesenta páginas por el principio de una novela" que continúa con el tórrido romance incestuoso de Walker con su hermana Gwyn-o-el-ardor. Tercer movimiento (tercera parte): andante, Otoño, narración en tercera persona, género "teatro". Freeman lleva a cabo un editing de las sucintas notas escritas ya en su agonía por Walker, un hombre en la oscuridad que ajusta cuentas con el pasado como Brill en la anterior novela de Auster, y redacta un nuevo capítulo de las memorias de su compañero sobre el año 1967 y la cultura contestataria y antimilitarista de los años sesenta de la guerra fría. Avanzan las intrigas biográficas, sentimentales y de novela negra, intrigas de toda suerte. Irónica visión de la poesía y la traducción. Cuarto movimiento (cuarta parte): finale: adagio, ¿Invierno?, distintas personas gramaticales, género "diarios". Traslado del lector a un Caribe cinematográfico. Atmósfera de novela de aventuras. Gwyn desmiente el incesto confesado por su hermano (contribuyendo al fuego cruzado de versiones y puntos de vista con el que Auster acribilla su texto), y le pide a Freeman que cambiando los nombres convierta en ficción la realidad autobiográfica de Walker. Final de la biografía del diabólico Born a través de los diarios de Cécile, último personaje vivo de sus jugosas memorias de ficción (¡y lectora de Vila-Matas y Vila-Matas!). Viajes por el Scriptorium, novela conceptual pero en modo alguno menor, hizo hincapié en la relación del creador con sus criaturas, y Auster mueve en Invisible, con enorme destreza de trilero, sus tres fichas favoritas, metaficción, azar y autoficción, poniendo el peso de la novela en la creación misma y arrojándola a la arena del circo literario, oficiando una vez más la ceremonia de la confusión de identidades y (auto)biografías ("el lector puede tener la seguridad de que Adam Walker no es Adam Walker"), inmerso en el juego de ficcionalizar la ficción ("cuanto más hablaba con ellos, más irreales parecían hacerse. Como personajes ficticios de una historia que fuera desarrollándose en mi imaginación", "nada de lo ocurrido parecía enteramente real"). En Escribir y ser, Nadine Gordimer, harta ya de que se le pregunte si su protagonista es una nueva máscara autobiográfica, suelta "no, Fulano no es el-que-usted-piensa-que-es. ¿Se supone que el personaje resulta ser alguna suerte de ectoplasma que brota del escritor?", y Auster contribuye aquí al contubernio autobiográfico nada menos que con dos ectoplasmas, su álter ego y narrador atalaya de la historia, James (Auster) Freeman, y el verdadero protagonista, Adam (¿Auster?) Walker. Esta vez sí se cierran las historias que se abren como cajas chinas, y Auster se ríe con elegancia de su profesión concibiendo su compleja, histriónica y brillante novela Invisible como un juego literario de la edad tardía, como una sinfonía de los géneros del discurso, de los estatutos de la ficción y de las edades del hombre (de Babelia, El País)
No se pierdan este formidable escritor de las coincidencias.
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