Bajo mis ojos unos costales oscuros de sentimentales y a veces adoloridas amanecidas se dibujan monocromáticos y tan inciertos como la vida misma. Son mis ojeras sobrecogedoras con una personalidad tan impávida que parecen atadas a sus propios deseos, a su propio estigma. Quedo mirando mi reflejo en el espejo y apenas me reconozco. Desde ayer ese taxista desgraciado que bajó la velocidad sólo para insultarme me ha tenido pensando en sus palabras con una seriedad que no me pertenece. Entre otras muy hirientes, me dijo infeliz. Abro el caño y un chorro de agua caliente me adormece las manos. Pienso en todas esas personas que conozco, retazos de recuerdos van deslizándose como una bailarina exótica en el brillante tubo. Caras, imágenes, historias. Trato de descifrar la felicidad, si he conocido personas felices, si se parecen a mí. Trato de descifrar la tristeza. Las dos parecen hermanadas como zapatitos de bebé en el espejo retrovisor de las combis.
Aurora baja corriendo las escaleras del Hospital Grau para dirigirse a su casa, ha sido una noche larga en la unidad de cuidados intensivos. Su uniforme turquesa no logra impedir que su figura se traduzca en la acostumbrada sensualidad que provoca. Está cansada y pegajosa, pero eso no impide que se columpie una leve sonrisa de satisfacción en su rostro. Es feliz. Siente que está aprendiendo a ser enfermera. Siente que pronto podrá salir de su casa y vivir con Manuel finalmente. Entonces siente el aliento de cigarro añejo. Ya es demasiado tarde para reaccionar. El Dr. Alvarado la ha estado siguiendo por el corredor sin que se haya dado cuenta. Y ahora se acerca a ella como un toro salvaje. Con los pelos blancos que salen como raíces en manglar de su nariz, haciendo juego con sus bigotes blancos de western. La toma de la cintura y le dice con una sonrisa amarilla, nos vemos hijita. La aprieta contra su pecho. Ella sonríe sin ánimo y en tono de súplica. Pero ya se ganó el viejo desgraciado con sus senos. Ahora está enojada y sale a la calle. Manuel la espera con un ramo de rosas. Es su aniversario. Ella sólo le dice que quiere ir a su casa a dormir.
- Bieto, Bieto - ríe descontrolado. Son felices.
Ahora lo entiende con claridad. Más claro que el vodkatonic que se acaba de pedir. Aurelio lo mira con desparpajo. Y qué más te dijo, pregunta Aurelio. Sin responder se lleva la mano al bolsillo en busca de su celular que vibra sin ganas. Toma un trago, es feliz. Escucha la voz del gordo por el teléfono. Nicolás, no nos dejan entrar estos pitucos de mierda. Nicolás se pone en pie y baja las escaleras riendo, para qué eres cholo pues, le dice al gordo. Llega a la puerta y le dice al guardia de seguridad que el gordo y el chato píldora son sus amigos y que los deje entrar. El guardia de seguridad se aparta como puerta corrediza. Suben y se sientan con Aurelio. Todos ríen de lo que acaba de ocurrir. Ya entrado en tragos, dos horas más tarde, el gordo se levanta tambaleado y decidido resolla, este huachimán de porquería ahora va a ver quién chucha soy yo. Aurelio trata de detenerlo. Nicolás le hace un gesto para que lo deje. Toma otro trago y ya no es feliz.
- Te estoy llamando para que me saludes por mi cumpleaños - es Milagros, no le reconoce la voz. Hablan y son felices, pero se despiden pronto y al menos él, ya no lo es.
Susana tiene cinco meses de embarazo y no es feliz. Ya le dijeron que son mellizos. No quiere pensar en los nombres. Roberto está emocionado comprando ropa de bebés en Gamarra, después de tantos avatares podrá hacer la vida que siempre quiso con la mujer a la que estuvo devoto desde secundaria, su Susanita linda. Susana está enamorada de otro hombre, su nombre es José. Ellos han sido amantes por un año. Roberto lo sabía y planeó todo hasta que lo consiguió. Ahora nada podrá separarlos. José está manejando su camioneta hacia Punta Hermosa cuando Susana le cuenta que está grávida. El la felicita. Ella recuerda cuando salía de la playa en su bikini de conchitas de mar y José la esperaba en la hamaca tomando un Gatorade para la resaca. Ella recuerda cuando le decía a José que quería irse a vivir a cualquier lado que no sea Perú. Que lo conseguiría. Que no se casaría ni tendría hijos hasta los 33 años. Pero faltan 12 años y tendrá dos.
El único trabajo que tiene Mario es buscar trabajo. No es feliz.
Rocío tiene 37 años y ha perdido a Judith, a Xiomara y a Carlos. Esta es la cuarta vez que lo intentará. En el fondo sabe que su probabilidad de éxito es casi nula. Piensa en que todavía podrían adoptar. Entonces es feliz. Toma su rosario y le dice a Luis que deje de llorar.
Daniel y David tienen la misma edad y son amigos desde los 6 años. El hallazgo en el cajón del padre de Daniel ha sido suficiente para hacerlos felices a los 10 años. Es una revista Playboy que esconderán en el techo debajo de unos ladrillos cubiertos de maíz para que las palomas defequen y nadie se atreva a moverlos. El plan es perfecto. Además a David le ha salido el primer vello púbico y se siente un actor mexicano, se siente como Andrés García. A los dos días se le cae y ya no es feliz.
Miguel llega a su casa en la moto que le regaló un feligrés. Está lloviendo pero sabe que llegará pronto a casa donde su esposa y su hijo lo recibirán con alegría y chocolate caliente. Le abren la puerta los dos, el niño en brazos. Hay goteras por todos lados como si la casa toda se rehusara a compartir la felicidad que él siente. Pero la sonrisa de su esposa basta y sobra para poner ollas por todos lados que contengan el goteo desenfrenado. Miguel es ministro de una iglesia protestante. Se sienta a la mesa, abre su agenda y ve que no ha conseguido el número de personas bautizadas, inscritas y por lo tanto donantes de ofrendas, en el periodo que le habían asignado. Arrastra la silla y se dirige a la salida, toma la manija de la puerta y con la otra su abrigo impermeable, voltea, la esposa ya no sonríe. Se sube a la moto y no arranca. La lluvia lo apedrea.
Maritza gana su tercera partida seguida de Majhong y es feliz.
Ernestina es feliz porque todavía puede recordar su nombre. Lo repite sin cesar mientras observa fotografías mordisqueadas por el tiempo y la luz solar. Sin duda eran tiempos mejores. Todos se veían tan elegantes, no como los muchachos de hoy. Se pone triste porque no se logra reconocer en ninguna de las fotos, otra vez olvidó su rostro.
Me termino de afeitar con una entrega de artista italiano del renacimiento. Me pongo las cremas. Mi piel es tersa, suave, como comercial de Nivea. Todos mis personajes desaparecen en mi cabeza diciendo adiós con las manos y pañuelos blancos, alejándose en el Titanic. Qué será de la vida de toda esta gente en este momento, pienso, mientras me pongo las medias de nylon negro. La faldita corta, los tacos, arriba nada, sólo el abrigo. La peluca pelirroja que combine con el color de los labios. Le ruego a mi San Martincito que nadie me insulte, que nadie me pegue, que me paguen con sencillo y que me perdone por ser tan pecadora, mejor dicho pecador. Sí soy feliz, repito en voz alta. Paro el taxi. ¿Cuánto al Puente Quiñones?
4 comentarios:
as usual, you left me pondering... entertained and pondering... I loved the line about "faltan 12 y ya van dos"... keep it up bro! peace... [you are not the guy at the end right? you worry me if that is the case... hahaha]
Interesante narracion de los hechos sean todos verdaderos o ficticios, pero todos muy entrentenidos. Un abrazo man. Y no te preocupes, la felicidad es solo la suma de pequeños momentos felices nada mas. (tu hermano de alma. LAMC)
Lectura entretenida, bueno nunca supe de tu capacidad narrativa, y me parece interesante lo que escribes, me gusto el final.. Cuanto al puente quiñones.. asi que espero leer algunos mas.. Saludos aqui desde la distancia (JSBH)
Webo. Para mí es un halago, que una persona de tu envergadura (no alucines) se digne a comentar esta nota. A mi hermano LAMC, brother, ya pe, tu y yo, vamos a envejecer, y seremos la única familia que nos quede. Nos conocemos ahora sí, más de 24 años. Tu felicidad es la mía, viceversa. JSBH.. jaja me hiciste pensar loco. Ýa sé quíen eres. Lo que me da gusto siempre de verte, es que siempre los dos nos vemos positivos. Y a veces andamos medios cagados pero cuando nos vemos reimos. Esa es una vaina que rescatamos juntos.
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