sábado, 28 de febrero de 2009

Se lo diré fuerte

A Jesús Trelles.


Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

Salvador Elizondo. El grafógrafo.






- Pensé que te amaba hasta que me casé contigo - murmura Alonso recogiendo su chaleco antibalas del piso de mármol negro. Un gallo canta a lo lejos. Un perro le contesta.


- Yo era feliz creyendo que te amaba hasta que me di cuenta que nunca podré amarte - le responde Rosalía apagando el despertador y tapándose con las sábanas.

Alonso baja las escaleras, tiene hambre, la boca seca. Ingresa a la cocina, pero la encuentra como si hubiera sido banalizada por lobos hambrientos en una constante detonación de nostalgia y sudor. Como si se oyera dentro de ella un grito en total vacío y desolación. Un grito de barro. Un jadeo recalcitrante.

La cocina está intacta. Limpia. El sol de la mañana ingresa por los ventanales como encadenando y encerrando una derrota en destellos y aves canoras. La cocina es una prisión cercada por su propio recuerdo.

No se atreve a entrar a pesar de la sed y el sonido hueco de su estómago vacío.

El también se siente acorralado por sus sueños quebrados. Siente que la vida le pasó encima como una estampida de ratas bubónicas marcándole la espalda con sus patitas cubiertas de podredumbre y que todo lo que queda de él… Todo lo que hay de él: es este chaleco marrón. Antibalas. Mira. Ojalá fuese pro-balas, pro-fin. Quizás sea tiempo de decirlo fuerte. Esta noche lo haré, se promete.


Su uniforme marrón de vigilante. Su aspecto cuadrado en la cara y lánguido en el torso. Es quizás la explicación más lógica de su situación. Como si hubiera sido ensamblado por partes distantes y encajado a la fuerza. Desiguales y lacónicas. Es el componente retardado y definitorio de su ser. Su prolongación. Su elongación al mundo que no lo observa. Esta noche tengo que decirlo fuerte.


Camina a través del inmenso jardín. Las plantas sacudidas por el viento otoñal no logran situarlo en la realidad. Tampoco las flores. Abre la puerta hacia la calle. El sol está radiante. La gente se apresura a cumplir con la rutina del día. Respira hondo.

Los loros. Su comida. Rosalía los odia.

Cruza de regreso el jardín. La sala. La cocina, donde sucedió seis meses atrás. Esta noche se lo dirá fuerte. Se lo diré fuerte. Ingresa en el patio. Observa impávido la jaula de loros. Su sorpresa se vuelve una salivación efusiva, instantánea.


Es una escena que lo paraliza. Intenta separar los elementos. La pareja de loros. La jaula. El otro animal en la jaula. La sangre. Roja, marrón, forma parte de la jaula. Parece que la jaula está sangrando.


No se atreve a mirar más allá de lo que acaba de ver. No quiero deglutirlo en la razón. Es sólo la jaula que sangra. Lo demás no puede ser. No debería ser. No es. A fuerza de voluntad uno puede generar su propia realidad. Su mecanismo de protección se encuentra en el descuartizamiento de los detalles que fabriquen la imagen final.

Pero lo ha visto todo.

Sale de la casa a toda prisa. Toma el autobús.

Llega al puesto de vigilancia. Su firma en el papel. La hora de entrada. Una mujer vestida de pantalón negro se acerca enredada en sus rizos rojos. Qué hora tienes por favor. Alonso mira su reloj. Esboza una sonrisa.

Sus loros: Aurora y Paco. Nombres de loros. Quizás Paco no. Su sangre. Con el tiempo se volverá marrón. La sangre se oxida. Es el oxígeno que al final nos termina matando. Nos oxida. Marrón como su uniforme. O gris como el otro animal.

Las 8:05 de la mañana. Ella no le contesta y detiene un taxi.


Más tarde pasa el heladero. Más tarde los niños que hacen malabares con dos bolas y se dan volantines cuando el semáforo está en rojo. Una mujer embarazada toma un helado y se mancha la barriga.


Esta es su vida. Una silla. Una puerta que abre y cierra. Unas mujeres que entran y salen. Hombres sinuosos. La Avenida Javier Prado, es su universo lineal, una función constante, llena de humo de vehículos, desde donde salen insultos y ruidos emitidos por los cláxones.


Hoy le diré todo fuerte.


De regreso a casa siente una sensación de vació. El autobús está lleno. La gente suda en el interior pero no abre las ventanas. Alonso intenta abrir una. Si me entra frío, me resfrío, señor. Como si el aire enfermara. Como si la gripe contraída por un deficiente sistema inmunológico se curara con una chalina en pleno verano. No dice nada y abandona el intento de abrirla. Siente las primeras gotas de sudor bajando por sus sienes.


Aurora y Paco. La jaula desangrándose. La rata en el medio. No puede ser. No es.


En el trayecto a casa ensaya iniciar la conversación con Rosalía. Se lo diré fuerte. Levantaré la voz y le diré que la he visto caminar de la mano con ese hombre, por el parque de Chosica. Luego le contaré que tuve sexo con su hermana, con Fresia, en la cocina. Terminaré diciéndole que Paco está decapitado y yace sin vida al lado de una rata inerte, seguramente Aurora lo mató.


Ingresa a la casa.


Sube a la recámara. Todo está en silencio. Entonces, justo antes de entrar a la habitación. Lo presiente. La ve. En medio de la cama. Una carta. Antes de leerla sabe su contenido. Antes de tocarla siente como la sensación de frío, lo resfría. Antes de finalizarla ya siente el peso de la soledad.


Rosalía se ha ido. Alonso cree que para siempre.


Baja las escaleras. Se saca el chaleco antibalas y lo deja en el sillón de la sala. Pasa por la cocina como si no la hubiese atravesado. Como levitando por las losetas. La jaula está vacía y con las puertitas abiertas. En su interior yace un huevo.


Él lo toma y lo guarda en su bolsillo.

19 comentarios:

Luly dijo...

Que bueno tenerte de vuelta
Es verdad que la rutina mata el amor que un día se tubo, y que uno o los dos buscan consuelo en otros brasos.

Y por otra parte pasa como en tu relato que ambos creyeron estar enamorados, pero nunca fue así.

Y cuando ya se dio cuenta de ella tenía a otro ya fue demasiado tarde para quizas recomponerlo todo.

besos

Luly dijo...

sorry por la faltas de ortografía, pero no me di cuenta hasta que lo publique

Anónimo dijo...

PUcha qué chévere relato. Al final nadie se queda con nada. Y el huevo se queda con la soledad de Alonso.

Bien bacán
Maria trespatines

Fermín Gámez dijo...

Impresionante relato. Maravillosa rúbrica la del final, al guardarse en el bolsillo el protagonista lo que a mi entender es un símbolo de vida.

Aquiles Martin dijo...

waaaaaaaaaaaaaaaa y yo pensaba q era el único q colgaba testamentos en su blog, jajaja acabo de llegar maestro, si no estiviera ebrio lo leería, saludos ya lo leeré te lo juro
(Y)
salud os

VeRoNiKa ♫ VeCa ♪ LiFe dijo...

"Sabia mucho antes de leerla carta que ella no iba a regresar..." Relacion divina Rutina.
Que bueno me gusto mucho me mantuvo pendiente, hace unos dias escribi con respecto a la rutina tambien coicidencia. en fin. un beso y saludos

Veronika

chica diez dijo...

BIEN!!!
he estado todo el fin de semana sin conectarme y recien me voy poniendo al dia. IMO, este es tu mejor post/cuento hasta ahora. he disfrutado leyendolo.

Anónimo dijo...

Las estaciones, fíjate en las estaciones.

Los estados de ánimo relucen.

La esperanza a pesar de la soledad.

Mejora la descripción de Alonso para efectos más perdurables.

Pedro C.

Creo que es uno de los mejores. Tómate más tiempo para pulirlo.

pecas dijo...

Hey Pedro C. está buenisimo me metí en la historia.( quiero verte en un relato con buenos personajes y bien pero bien pulido- tenés blog?- besos te imagino gruñón =)

Bien verde... me encantó te tomaste tu tiempo




(pronto regreso :s)

Harold dijo...

you always have a sort of 'dark hope' in your stories, its not the first one that has this noir element... it almost almost like the author is a closet believer or perhaps its easier to relate to that type of hope.

It seems that hope is there inscribed in the back of our DNA, in some hidden quiver of our hearts...

enjoyable story man...

Anónimo dijo...

Hola, recien puedo leer tu bolg; me parecen super interesante tus relatos.
Muxa suerte con este espacio tuyo.

Inz dijo...

El oxígeno que nos mata desde que nacemos, conversamos de eso alguna vez recuerdas? Fuiste tu? Alonso? Jesús? quién lo dijo?.

Le cambiaría a Alonzo mi soledad por una Rosalia viva pero que importa ajena, sabes?

Me gusto y mucho, debo aprender tanto.

Arrivederchi, adieu, nous sommes blog vert.

verdemundo dijo...

Luly, la rutina a veces es la única que sobrelleva la unión de dos personas. No te preocupes por las faltas ortográficas.

María trespatines, juntos en soledad. Alonso y lo que no tiene más.

Fermín Gámez, o un símbolo de responsabilidad. Gracias por tomarte el tiempo y darte una vuelta.

Aquiles, salud maestro.. mentiroso no volviste a leer.

Verónica, a veces la rutina ayuda.

Iziar, gracias, yo también disfruto leyendo tus listas de 10.

Pedro C. Tienes razón.. hay discontinuidad en las estaciones. Pucha madre por qué tienes razón!!!

Pequitas, espero verte pronto de vuelta. Y sí Pedro debe ser un gruñón sin blog ni amigos chéveres.

Webbo, hope is all we've got to fight our loneliness regarding the future. Thanks.

Anónimo, gracias por el comentarios.

Inz né, be careful what you wish for.. it may come tru. Hasta luego varón... hay que buscarnos otra cancha de basket.

Elena Cardenal dijo...

Como me pediste, y ante todo, decirte que no soy muy buena dando opiniones sobre los escritos, así que lo haré sobre las impresiones que a mi me han dado.
Lo que mas me gusta es la introducción. Y que, a lo largo del texto, repitas lo de: se lo diré fuerte. porque intensifica ese deseo y hace que siga una linea.
Hay palabras que me suenan un poco raro, pero supongo que es por la direferencia de nuestras formas de hablar.
El final se me ha quedado un poco liado, todo hay que decirlo. Deberías dejar mas claro que ocurre con los pájaros. A lo mejor es que yo no lo he leido bien, que todo puede ser.
Espero haberte ayudado en algo!
Un saludo!

Elena Cardenal dijo...

Lo he leido otra vez, jo, voy y me salto el párrafo en el que lo explicas todo...si es que...
Pero sigo sin entender lo del huevo...
Lo demás está muy bien.

otro saludo!

Escuela de Baloncesto Crickets dijo...

Me pareció que tiene tufillo a resumen, a abreviación. Parece, a mi jodido entender, que la historia no está plenamente plasmada, los pájaros no dan en el clavo, tal vez no como pensaste.
Con respecto a los personajes, el principal es un concentrado de fantasma, muy ralo; a pesar de cargar la historia, tiene tanto cuerpo como el otro...
Hay un error: No se atreve a mirar más allá de lo que acaba de ver. No quiero deglutirLO en la razón. Sé que no es algo muy importante para algunos, pero desanima harto a otros, en los cuales me incluyo - y ni qué decir de los horrores ortográficos.
Con respecto al huevo, pudo haber salido mejor, un poco más de letras y vendías mejor el punch line.

Daphne dijo...

q fuerte!

josé lopez romero dijo...

El relato está "groso" por donde se lo mire. es mi primera vez por aquí ni se desde qué lugar llegué pero me he quedado gratamente "leido" y seguro que para regresar oportunamente. Mi afecto.

Luly dijo...

Leo que pasa que no haz públicado ahh?

Saludos