jueves, 7 de octubre de 2010

La coronación de la Catedral



Mario Vargas Llosa ha ganado el Nobel. Esta mañana nos hemos enterado todos y felices nos hemos abrazado. Este escritor peruano, formidable estructurador, dictador de su universo, disciplinado esclavo de la literatura, magnífico diagramador de emociones, es el sexto latinoamericano de recibir este galardón.

Aquí la entrada de su novela favorita. Una de las más entrañables.

DESDE la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles,
edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la
neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas
merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios
de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena. Las manos en los bolsillos,cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. El era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál? Frente al Hotel Crillón un perro viene a lamerle los pies: no vayas a estar rabioso, fuera de aquí. El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos jodidos. Piensa: no hay solución. Ve una larga cola en el paradero de los colectivos a Miraflores, cruza la Plaza y ahí está Norwin, hola hermano, en una mesa del Bar Zela, siéntate Zavalita, manoseando un chilcano y haciéndose lustrar los zapatos, le invitaba un trago. No parece borracho todavía y Santiago se sienta, indica al lustrabotas que también le lustre los zapatos a él. Listo jefe, ahoritita jefe, se los dejaría como espejos, jefe.

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