lunes, 18 de julio de 2011

La constante agonía de los sueños truncos (recortes de Blanco nocturno, Ricardo Piglia, Anagrama)



Blanco nocturno ha sido galardonada con dos premios: el de la Crítica (que otorga la Asociación Española de Críticos Literarios) y el Rómulo Gallegos (que otorga el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela).

He leído algunas reseñas poco favorables sobre esta novela. Desde las críticas a la editorial por algunos errores de impresión (‘clerigman’ pág. 226 o ‘Bleack House’ pág. 270, cita de la novela de Dickens) hasta los comentarios de una débil segunda parte donde aparecen nuevos personajes para remediar los frentes abiertos de la primera. O que deberían ser dos novelas separadas, o que el final no debería ser abierto.

Primero unas líneas sobre la historia. Sofía y Ada son gemelas y en uno de sus paseos por Estados Unidos conocen a un boricua negro llamado Tony Durán, tienen un romance en Atlantic City que termina cuando una de ellas regresa a Argentina. Tony las sigue a su pueblo (posiblemente Adrogué, ciudad natal del autor) donde es asesinado, según se sospecha para robarle una gran cantidad de dinero. El comisario Croce empieza a investigar la causa de la muerte y se encuentra con la turbia historia familiar de las hermanas Belladona, la relación extraña con el padre y con los dos hermanos, Luca y Lucio, que está muerto. Luca luchando con un embargo para no perder la fábrica donde realiza sus inventos. Un reportero llega de Buenos Aires, el ya conocido en otras de sus obras, Renzi, quien se alía con Croce para descubrir la verdad del asesinato.

Hasta ahí los ingredientes de una novela negra. Pero basta con pasar las hojas para darse cuenta que esta obra es tambié metaliteraria (relación Kafka, Dickens, Melville, entre otros). No busca en primera instancia resolver la muerte de Tony Duran, sino colocarnos en un nivel impresionista de una sociedad corrupta, pero con una prosa extraordinaria y fascinante.

Es una crítica a la sociedad de los talentosos y los esforzados, un orden más pegado al azahar que a la constancia. Como la historia del Manco, jugador de tenis. Uno tiene talento para hacer algo, pero no puede hacerlo. Donde Renzi le responde, en general mis amigos tienen tanto talento que ni siquiera les hace falta hacer nada.

Es cierto que al avanzar en la novela uno siente que la historia pierde fuerza cuando ingresa en la segunda parte, pero la prosa está tan bien lograda que la intensidad no disminuye. Las sospechas de un final mediocre se desvanecen en las últimas páginas. Yo no creo que sea un final abierto. Uno cierra el libro y la primera impresión parece indicar eso. Pero después de un tiempo de reflexión, la verdad llega contundente. Ha estado ahí desde el principio. El motivo del asesinato y el/la que lo planea se hilvana como una historia que apenas se deja entrever a lo largo de la novela.

La clave está en el dibujo que Croce muestra. La alusión al conejo iluminado en la noche por los faros (pág. 149). El blanco nocturno. La visión nocturna de los ingleses, la luz mala (pág. 159). “Comprender –dijo cuando salió de ahí- no es descubrir hechos, ni extraer inferencias lógicas, ni menos todavía construir teorías, es sólo adoptar el punto de vista adecuado para percibir la realidad (pág. 178)”.

Creo que hay ciertos escritores que confían en su prosa para sacar adelante una historia que saben floja. Hay otros que cuentan buenas historias pero se olvidan de la estética en contarlas. Piglia hace un buen balance entre las dos. Confieso que por momentos puede hacer referencias a otros autores dando un efecto ampuloso, esto ya es un gusto personal. Aunque autores que disfruto como Borges, Umberto Eco, Perec, Pynchon, Vila-Matas, o en el caso nuestro, Iván Thays; usan también este recurso para alertar al lector en ser extremadamente cuidadoso. La riqueza de estos escritores es indudable, pero cuando abren la puerta a otros escritores dentro de la historia, uno se prepara para reconocer las posibles interpretaciones, los símbolos y las inteligentes elucubraciones. Hay una riqueza literaria indiscutible, no se otorga ninguna frase gratuita.



Blanco nocturno va desde Homero hasta el realismo mágico de García Márquez, o Faulkner, pasando por la Biblia. Basta con la parte donde narra el accidente del padre de las gemelas, donde se fabrican historias de la causa: manga de langostas que lo botó del caballo, polvo con paraguaya que lo mantuvo con vida porque le dio respiración boca a boca sin ella darse cuenta, o porque pensaba que lo estaban envenenando; para reconocer a Macondo o Yoknapatawpha.

Algunos personajes cargan con el estereotipo de la novela policial y los símbolos de sus oficios. Tenemos a Cueto, el fiscal malo y corrupto; un secretario que ha sido seminarista y termina como bastión de Luca; Croce, el comisario inteligente e intuitivo cuyo perro está torcido, como la verdad que él presenta pero que la sociedad no acepta; el solitario y débil mental Luca; el periodista de la capital, Renzi, culto y aniñado. Y por supuesto, el periodista del pueblo que es miope, como el periodista torpe de La guerra del fin del mundo.

La tensión sexual entre hombres es clara, pero no se explota, se esconde, se trata de ocultar, incluso. Entre Renzi y Croce (pág. 111), se dice poco; entre la del japonés y el boricua sólo por acusaciones. El homosexualismo es todavía, o debe ser, una práctica indecente.

Me deja en duda las alusiones poéticas a la cocaína, debe ser un hábito de Renzi. “Blancura incierta de la sal de la vida (pág. 145)”.

Piglia hace uso de un narrador triple. Un omnisciente comprometido con los personajes principales, otro que se fabrica entre la conversación entre Sofía y Renzi, el que menos me gusta, porque a veces parece que los personajes lo sorprenden y el último, uno que se agazapa en el pie de página abriendo luces e interviniendo con sutileza.

Notable es también la relación que surge entre la naturaleza y los personajes. “La naturaleza sólo produce destrucción y caos, aísla a la gente, cada gaucho es un Robinson que cabalga por el campo como una sombra. Sólo pensamientos aislados, solitarios, livianos como alambre de enfardar, pesados como bolsas de maíz, nadie puede salir, todos atados al desierto, se largan a caballo a recorrer su propiedad a ver si los postes del alambrado están sanos, si los animales siguen cerca de la aguada, si se viene al tormenta; al atardecer cuando vuelven a las casas, están embrutecidos por el aburrimiento y el vacío (pág. 119)”. Es una relación destructiva, para los hombres, no así para las mujeres.

Uno de los temas centrales es el hombre de principios que se destruye asimismo en búsqueda de la verdad. La locura es síntoma de genialidad. Los locos del manicomio que repiten frases de Esperando a Godot.



Como algunos han mencionado, Piglia forja una novela en la ficción paranoica. Todos son sospechosos, todos se sienten perseguidos. “Todos están atormentados por su conciencia (pág. 217)”.

Aquí algunos de los recortes que más me gustaron:

“La última luz de marzo entraba cortada por las rejas de la ventana y afuera el campo tendido se disolvía, como si fuera de agua, en el atardecer (pág. 54)”.

“Croce y Saldías se pararon junto al cadáver con esa extraña complicidad que se establece entre dos hombres que miran juntos a un muerto (pág. 58)”.

“Los sirvientes sólo tienen, para sobrevivir, la aceptación de los demás (pág. 76)”.

“No hay que intentar explicar lo que pasó, sólo hay que hacerlo comprensible (pág. 107)”.

“Si uno piensa en el pasado es porque ya perdió la pasión (pág. 133).” Aunque mi amigo S. me dijo que es de Heráclito.

“Hace falta más tiempo para rememorar que para vivir (pág. 143)”.

“En estos pueblos de campo, cerrados como un gallinero, aislados de todo, como usted se imagina, la gente delira un poco para no morir de tedio (pág. 204)”.

“Se habían quedado en silencio. Una mariposa nocturna giraba sobre los focos con la misma decisión con que un animal sediento busca el agua en un charco. Al fin golpeó contra la lámpara encendida y cayó al piso, medio chamuscada. Un polvillo anaranjado ardió un instante en el aire y luego se disolvió como el agua en el agua (pág. 214)”.

Esta última es particularmente esencial para desentrañar la historia.

Blanco nocturno ha sido, sin duda, uno de los libros que más he disfrutado en lo que va del año.

2 comentarios:

kawsay dijo...

Qué maravillosa percepción de la naturaleza humana!!! Me encantaron las frases, todas, pero en especial las de las págs. 58 y 204 sobretodo esta última que con un brochazo(el gallinero) te dice todo. Gran trabajo Leonardo!!!

verdemundo dijo...

Es un libro impresionante. Aunque todavía veo que muchos escritores quieren que sus personajes sean escritores también, tan educados e inteligentes. Me alegra mucho que te haya gustado, ojalá puedas leerla, creo que hay un poco de ti en la novela.

Un abrazote.