Una antigua historia familiar versaba sobre la reacción de mi abuela Blanca, la madre de mi tía Adriana, ante una emergencia doméstica. En una ocasión, reunidos algunos invitados para una cena de Año Nuevo, el mozo había traído a la mesa un pavo relleno sin notar que una cucaracha -grande, gorda y alada- se había asentado en la piel del plato principal. El mayordomo, llamado Eugenio, trabajaba desde hacía mucho con la familia de mi abuela. Cuando el pavo, con su insecto prendido, se posó sobre la mesa, en el centro de la mirada de todos los invitados, mi abuela le dijo en voz alta.
-Por favor, Eugenio, llévese este y traiga el otro pavo.
Eugenio comprendió el problema de inmediato. Regresó a la cocina, sacó la cucaracha del pavo, limpió un poco la superficie, reordenó las frutas que acompañaban la fuente y regresó a la mesa.
-Aquí tiene el otro pavo señora.
Los invitados suspiraron aliviados. Eugenio, por su parte, siguió siendo el mayordomo de la casa hasta el día de su muerte.
1 comentario:
Hola Nayo. ¿Lo prometido es deuda o la deuda es una entrometida en la cabeza? jaja
Mañana jugamos he.
Cuídese.
Atentamente Andree.
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